Corrupción: ¿la primera ruptura?

La investigación de Alejandra Xanic e Ignacio Rodríguez Reyna sobre el pago de sobornos a Emilio Lozoya es casi un expediente perfecto y, entre otras cosas, una instantánea de la ruta para corromper a un servidor público. La ruta de la impunidad –el otro sendero clave en la corrupción– comenzó a perfilarse en el otoño de 2016, cuando la PGR abrió una investigación sobre Lozoya y la corrupción de Odebrecht.

¿Por qué la PGR no citó a Lozoya ni lo reconoció como imputado cuando abrió ese expediente? 

La historia de corrupción de Lozoya Austin, hijo del secretario de Energía en la era Salinas, es relevante porque  puede representar la primera fractura relevante  en el gobierno respecto a la corrupción.

Antes de que le pidiera 5 millones de dólares a De Meneses, uno de los ejecutivos a los que ayudó a obtener contratos, Lozoya comenzó a jugar un papel oscuro en la campaña.

En 2015 publiqué El despido, una radiografía de la corrompida relación entre la prensa y el gobierno que parte del cese de Aristegui tras el reportaje de la Casa Blanca.

En el libro no publiqué una versión que confirmé más tarde: en la campaña dos jóvenes cercanos a Peña se encargaban de hacer un recorrido mensual en los medios cercanos al gobierno. Eran los mismos días en los que Lozoya recibía de acuerdo con las declaraciones juramentadas, los sobornos de Odebrecht.

Se reunían con los directores y editores para acordar la información que se publicaría. Los periodistas recuerdan el portafolios que llevaban y cómo pagaban en efectivo millones de pesos.

Eran Aurelio Nuño y Emilio Lozoya Austin, que en la campaña era un raro outsider de todos ellos, pero ubicado e identificado por Pedro Aspe y la comunidad ITAM con el grupo Videgaray–Meade.

Pagar en efectivo no es un delito, pero unas ligas o un portafolios cargado de billetes ilustran los pactos ocultos con empresas que financian campañas y se cobran después, y cómo la política se ha convertido en un océano de dinero del narco, del crimen, de la corrupción y de procedencia incierta.

¿Lozoya terminará en la cárcel?

Otras historias y antecedentes podrían indicar que saldrá impune porque el procurador Cervantes fue miembro de la campaña de Peña, y es juez y parte: igual que Virgilio y la Casa Blanca. 

Pero el asunto adquiere otras profundidades si se aprecia que fue Videgaray quien pidió literalmente que echarán a Lozoya del gobierno y ha exigido castigo a su corrupción.

¿Peña seguirá ahora el consejo de su hombre más cercano?

Es mucho lo que se juegan Peña y el PRI. Si Lozoya niega los sobornos como hasta ahora, y luego surgen otras pruebas (videos o grabaciones de sus encuentros con los ejecutivos de Odebrecht), entonces cabe preguntarse –más allá de Lozoya– con qué cara va a presentarse el PRI ante el electorado más indignado y enfurecido de las últimas décadas.   Columna anterior: Funámbulos y acróbatas: ¡Cómo guardar silencio!