Amerika

A nadie le debe de extrañar lo sucedido en Charlottesville. De hecho, la actual administración americana inició su camino el 16 de junio de 2015 con una aseveración racista: los mexicanos son criminales violadores. Ese día, el candidato que se volvería Presidente pasó de ser el número 12 en la lista de 15 precandidatos republicanos a ser el #1. No se trató de un tema “de mexicanos”, sino del resurgimiento del racismo como motor de la política estadounidense. Una vez validada esa motivación el 8 de noviembre, era lógico que se manifestara con furia, como lo hizo en Virginia. En estas páginas he plasmado el argumento de que el racismo anglosajón y el racismo hispanomexicano son diferentes. El nuestro es un racismo excluyente, basado en una discriminación socioeconómica. Durante la colonia, en la Nueva España podía uno nacer “indio” y morir “español”, dependiendo de qué tanto logró uno escalar la pirámide social. En Estados Unidos, dentro de su propia Constitución, se consideró que un negro era el equivalente a 3/5 partes de un ciudadano blanco. Durante la mayor parte de su historia, los americanos han tenido una política de inmigración abiertamente racista, incluyendo el rechazo específico a chinos (el “Chinese Exclusion Act”, 1882-1943). Tan reciente como 1968, a México no se le impusieron límites migratorios porque, como dijo un senador, “los mexicanos son retornables”. Fue un sentimiento pragmático… y abiertamente racista. Históricamente, el racismo estadounidense se asemeja al tradicional racismo alemán (posiblemente porque Alemania es el país que más migrantes ha enviado a EU en toda la historia). Parte de la idea de superioridad de los “güeros” y concluye con ideas como “la solución final” (el exterminio total de los judíos). Su naturaleza es genocida y es por eso que es tan inmediatamente peligrosa. Fueron esos valores nazis genocidas los que se festejaban en aquella pintoresca ciudad colonial americana. Y fueron esos antivalores los que llevaron al joven de Ohio a arrollar a la contramanifestación anti racista que acabó con la vida de una mujer. En la política americana los mensajes que alientan a las multitudes racistas (aquí llamado “nacionalismo blanco”), se les conoce como dog whistles (silbidos para perros, o al buen entendedor, pocas palabras). Se trata de mensajes que aluden de manera velada a la anuencia de posturas repugnantes. Fue el caso de lo dicho por el Presidente, cuando aseveró que “muchos grupos” tenían la culpa de la violencia en Charlottesville. Al no mencionar específicamente a los neonazis (al buen entendedor, pocas palabras), el Presidente les dio el espaldarazo a los grupos racistas, y así fue reportado en sus sitios de Internet. Todo esto es especialmente relevante porque resalta lo peligroso de ignorar a grupos dañinos cuando crecen dentro de una sociedad. Cuando no se le cerraron las puertas al entonces candidato republicano después de aquel 16 de junio de 2015, tácitamente se le dio entrada al racismo como motor de la política en ese país.   Por Agustín Barrios Gómez