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La generación de la transformación

OPINIÓN

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Se les ha dicho miles de veces: “son los más privilegiados”, “nadie ha tenido las oportunidades que tienen ustedes”, “la tecnología ha democratizado el conocimiento como nunca antes”, “las posibilidades son infinitas, aunque los retos sean gigantescos”, “el mundo está totalmente conectado”. De pasadita, ellos confrontan, permanentemente, una realidad lacerante, de México y el mundo, que provoca angustia, rabia, y muchas veces también desesperanza. Percibo en el rostro de mis alumnos, y de muchos jóvenes universitarios en todo México, una mezcla de indignación, ambición, expectativa… y terror. Terror, puro y duro, especialmente cuando se les dice, con toda seriedad: “dadas todas las opciones que tienes, y los retos que enfrentas, ya debes tener un propósito de vida y enfocarte permanentemente en él”. Imagino que incluso para el más curtido de ellos, tomarse ese imperativo literalmente debe ser brutal. Estoy convencido de que, en efecto, el cambio tecnológico que vivimos abre espacios reales para dar brincos civilizatorios de enorme magnitud. A pesar de que Mr. Trump nos pone por primera vez en más de cincuenta años relativamente cerca de riesgos existenciales, cierto es también que hay graves problemas que enfrentamos como humanidad a los cuales se les podría dar solución en solo una generación. Ya se perfilan grandes transformaciones en muchos frentes, aunque no sean tan visibles, ni mucho menos ciertas. También es obvio que tendrán ventaja quienes sepan aprovechar las oportunidades que encuentren. Pero dudo que el enfrentar constantemente a los jóvenes con el cúmulo de alternativas y responsabilidades que esta época les ofrece, y empujarlos a la especialización, sea una estrategia óptima para fomentar su desarrollo y crecimiento. Entre otras cosas, porque particularmente al arranque de esta gigantesca transición tecnológica, en muchas industrias habrá disrupciones poderosas que implicarán costos no triviales. Y porque hallar un rumbo profesional y productivo en un entorno de alta variabilidad en nuestra estructura económica en el mediano plazo, pondrá un gran acento en la capacidad de adaptación y la flexibilidad como atributos de una trayectoria profesional satisfactoria. De hecho, antes de establecer un propósito definido por el entorno exterior, debiésemos insistir en que nuestros jóvenes hagan un esfuerzo introspectivo. Por conocerse mejor, saber qué les gusta, qué disfrutan, qué les apasiona (además de lo que les indigna), y qué cosas les cuesta más trabajo y los hacen crecer más. No solamente es más compasiva esta ruta de formación, es también más prometedora en el futuro que viene. Un mejor conocimiento propio es premisa de un mejor conocimiento del entorno. Les ayudará a construir resiliencia, a encontrar en sí mismos capacidades útiles para adaptarse a nuevas circunstancias, y a acercarse a las tareas que les plantea la civilización con real empatía y capacidad de provocar colaboración. Así daremos a esta generación una probabilidad mucho mayor de conducir el cambio tecnológico exponencial hacia un horizonte próspero y justo. *Alejandro Poiré es Decano del Tec de Monterrey @CSocialesTec Columna anterior: No solamente es talento