En el último mes y a poco más de 60 días de asumir la presidencia de Francia, Emmanuel Macron, el fenómeno electoral más electrizante de la política mundial actual, sufrió una caída estrepitosa de 10 puntos en el nivel de aceptación ciudadana.
Un sondeo, publicado en el diario francés Journal du Dimanche el 23 de julio, arrojó que un 54% de los encuestados aprobaban a Macron después de que la misma medición, pero de junio, le dio el 64% de aceptación.
La última vez que un presidente francés, recién electo, perdió tanto terreno en tan poco tiempo, fue en 1995, con Jacques Chirac, quien perdió 15% de popularidad entre su primer y segundo mes.
Es probable que Macron haya sido un candidato fuera de serie, pero su juventud, inexperiencia y desconocimiento de la real política pueden resultar en un pésimo gobernante. Recordemos que en agosto de 2016 dimitió como ministro de finanzas para fundar su movimiento político: En Marche, una marca que registró como asociación para la renovación de la vida política, un movimiento "ni de izquierdas, ni de derechas", dijo.
Después, en noviembre de 2016, anunció su candidatura presidencial y, seis meses después, se impuso al creciente populismo a nivel mundial y a la poderosa derecha.
En tiempo récord construyó una candidatura sin respaldo público para financiar su campaña y reunió ocho millones de euros gracias al apoyo de más de 30 mil donadores.
Macron combina una sólida formación financiera con otra profundamente filosófica y literaria. Su propuesta política es liberal en lo económico y a la izquierda en temas sociales.
Su matrimonio con su ex profesora, Brigitte Trogneux, 24 años mayor que él, es una ruptura inusual con los convencionalismos sociales que conquistó a los electores
de mente abierta, sorprendió a los más conservadoras y enamoró a las francesas que vieron en Macron a un hombre excepcional.
Pero el presidente más joven de Francia (39 años), sólo después de Napoleón Bonaparte, emperador a los 35 años, está hoy a la baja en su popularidad. Varias críticas ha tenido su gobierno. Usar el Palacio de Versalles para advertirle al poder legislativo que apelará al pueblo si no acepta sus políticas, le ganó a Macron la comparación con Luis XIV, el llamado “Rey Sol” figura emblemática de la monarquía absolutista francesa.
Su desencuentro con el jefe del ejército francés, quien renunció en protesta por la reducción del presupuesto a las fuerzas armadas, también le afectó.
El recorte de prerrogativas a funcionarios públicos y el aumento de impuestos a los jubilados lo han minado. En fin, está por verse si el fenomenal candidato se consolida en la realidad, como el gran gobernante que necesita Francia, o se convierte en un mítico aprendiz de mandatario que nunca maduró.
*Diputado