Nací y crecí en el comunismo. En una pequeña ciudad en el sur de Polonia viví lo gris y lo triste de un país que no funcionaba. Tiendas vacías, filas para comprar productos básicos, cartillas de racionamiento. Atestigüé un golpe de Estado en 1981, observé el crecimiento del movimiento Solidaridad y entendí el significado político de las visitas del papa polaco en su tierra natal. A mis 17 años empezó la transición democrática en Polonia y en todo el bloque comunista. Se derrumbó la llamada Europa del Este y todos conocimos lo que significaba vivir un momento histórico.
Los países de Europa Central que se liberaron del dominio soviético - entre ellos Polonia - emprendieron velozmente sus complejas transformaciones políticas y socio-económicas. En el contexto de esa apertura, como cientos de miles de polacos, emigré a Europa Occidental. Viviendo en España durante varios años de emigrante ilegal, trabajé como empleada doméstica y como ayudante de cocina. Al mismo tiempo me formé como historiadora y especialista en relaciones internacionales. En 2004, cuando volví a Polonia, miré un país sumamente distinto: miembro de la Unión Europea y de la OTAN, al igual que sus vecinos de Europa Central.
En los últimos años se ha hablado mucho de Polonia en el contexto centroeuropeo. A varias personas les fascina el milagro económico que convirtió a Polonia en un país de renta alta con un PIB/per capita de 27 mil dólares (en 1990 apenas rebasaba los 6 mil 500 dólares). Asimismo, la capacidad de los polacos de levantar a su país de las cenizas y de las destrucciones provocadas por las guerras ha inspirado a generaciones enteras. No obstante, los recientes desarrollos en la escena política polaca, las movilizaciones sociales y las tensiones de Polonia, y de otros países de Europa Central, con la Comisión Europea, han generado críticas internacionales. Mucha gente me pregunta ¿qué está pasando?
Mi respuesta es que a Polonia y a Europa Central se les debe entender a través de su gente y de su historia. ¿La razón? Siguen existiendo heridas abiertas en una región que se vio barrida en varias ocasiones del mapa político europeo. Asimismo, permanecen amenazas reales a la seguridad provenientes de la política expansionista de Rusia. Además, en un cuarto de siglo del funcionamiento de la democracia liberal y de la economía de mercado, aún no se han superado todos los desafíos socio-económicos generados por décadas del comunismo.
En Polonia, los debates políticos y las movilizaciones sociales son el reflejo de una vida democrática en pleno auge. Al final son los ciudadanos los que deciden en las elecciones qué rumbo deben tomar las políticas y los cambios en el país. De lo que no queda duda es que los polacos, al hacer la transición democrática, escogieron la dirección europea y hoy no lo cuestiona nadie. Ese es el centro del debate y el marco a tener en cuenta al opinar sobre Polonia y Europa Central.
*Embajadora de Polonia en México
Martes 10 de Diciembre de 2024