Narro, el pacificador

Narro rechazó de un modo enfático la idea de que la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa fuera responsabilidad del Estado

José Narro ha desempeñado cargos públicos en distintos gobiernos. Nunca ocultó su pertenencia al PRI y por eso a nadie resultó extraño que el presidente Enrique Peña lo llamara a la Secretaría de Salud, aunque también aspiraba a ocupar la oficina de Aurelio Nuño en la Secretaría de Educación. En octubre de 2014, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa puso a prueba al rector Narro. El 5 de noviembre, indignados por el hecho, los alumnos de ochenta planteles declararon en paro las facultades de Medicina, Odontología, Química y Medicina Veterinaria; el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y las preparatorias 3, 4, 6 y 8; la Coordinación de Estudios de Posgrado de la UNAM y la Facultad de Psicología. A un paro mayor se sumaron las facultades de Artes y Diseño, Ingeniería, de Estudios Superiores Acatlán y el Campo uno de Cuautitlán. El 29 de octubre Narro se había opuesto de un modo enfático a la idea de que la desaparición de los muchachos fuera responsabilidad del Estado y encaró a quienes “tratan de centrar en una persona una responsabilidad”. –Hay quienes plantean la responsabilidad del Estado–, le dijo un grupo de periodistas. “Del estado de Guerrero, sí. El alcalde es de Iguala e Iguala está en Guerrero”, dijo Narro. “El señor alcalde es el principal responsable, yo no sé por qué tenemos que buscar cosas donde no existen, es increíble que se puedan hacer esos comentarios y preguntas”. En los días siguientes, como lo hizo para pacificar a la universidad en los gobiernos de Salinas y de Zedillo, Narro se movilizó, negoció y contuvo las presiones de distintos grupos que querían hacer estallar la huelga en la UNAM, en protesta por Ayotzinapa. La intervención del rector Narro fue esencial para evitar que miles de estudiantes rompieran clases y salieran a las calles a protestar por los 43 normalistas cuando el ánimo colectivo era adverso y peligroso para Peña y su gobierno. Narro venía enrrachado: un mes antes había intervenido en otro conflicto estudiantil para pedir a miles de estudiantes del Politécnico que rompieran un paro en rechazo a un reglamento que trastornaba los planes de estudio. Un año y cuatro meses más tarde Peña lo nombró secretario de Salud. Narro no tuvo que esperar mucho para continuar su oficio de pacificador. En mayo de 2016, un mes después del estallido de un conflicto en las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional, Narro salió de sus oficinas en la Secretaría de Salud, se trasladó a la de Educación e intervino con la anuencia de Peña para evitar que el paro causara problemas mayores al gobierno y al secretario Nuño. Hoy todo mundo dice que Narro está en el ánimo del presidente Peña, que hasta ha llegado a declarar: “Pepe, te veo muy bien”. El pacificador está en espera. Columna anterior: Narro, de audaz negociador a soldado de Peña