Es de llamar la atención la cautela con que ha reaccionado la Iglesia Católica, luego del artefacto que explotó a las puertas de la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la madrugada del pasado martes 25 de julio.
Desde las primeras horas del “incidente” --como lo calificó el secretario general de la CEM, Alfonso Miranda Guardiola-, las declaraciones de los portavoces eclesiásticos se han significado por su prudencia.
Abrieron con un comunicado en el que hicieron “un llamado a la serenidad…, al respeto” y una invitación “a reflexionar sobre la necesidad de reconstruir el tejido social”.
Estos, a unas horas de la explosión que rompió la puerta de la sede episcopal, “casa de dios y de servicio”, abierta a todos los sacerdotes y obispos de México.
Y reafirmaron la posición ese mismo día, con una conferencia de prensa del representante de la CEM y obispo de Monterrey.
¿Consideran lo sucedido un ataque directo a la Iglesia?, le interrogaron.
Miranda respondió con un lacónico y tajante “¡No!”.
Pero dio algunos datos interesantes a lo largo de la conferencia: Este es “el primer incidente” que conocen haya ocurrido en la CEM; no recibieron ninguna amenaza previamente; desconocen motivo o razón del atentado; según han visto en los medios, han ocurrido otros sucesos semejantes en la zona (aunque sólo pudieron especificar uno).
E insistió en una frase a lo largo de la conferencia, a propósito de las medidas que tomarían para resguardar su seguridad: “Nuestra misión es construir la paz…”
Después de esto, no hubo mayores declaraciones por parte de los religiosos. Posición contrastante con la reacción que tuvieron con el apuñalamiento que sufrió el sacerdote Miguel Ángel Machorro mientras oficiaba misa en la catedral metropolitana hace un par de meses.
Y ni qué decir de los editoriales del Semanario Desde la Fe, órgano de la Arquidiócesis de México, que se ha solazado en criticar de manera furibunda al gobierno de Enrique Peña Nieto.
El de ayer –valga de nuevo el contraste- es un pan, frente a lo publicado a lo largo de los últimos meses.
¿Implica esto que el gobierno tuviera algo que ver con la explosión a las puertas de la CEM?
Voces dentro de la misma Iglesia rechazan esa posibilidad: “Al gobierno no le conviene abrir otro frente más”, arguyen.
Más bien creen que se trata de “una provocación” de grupos anarquistas que quieren, precisamente, enfrentar a la Iglesia y al Gobierno para encender aún más la pradera. De ahí, quizás, su reacción tan cuidadosa.
El “Comando Feminista Informal de Acción Antiautoritaria” --grupo anarquista que posteriormente se adjudicó la explosión- vendría a sostener tal presunción.
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