México ha participado en doce mundiales de atletismo en los que ha cosechado doce medallas que retratan el estancamiento de este deporte.
En un camino de 32 años, doce medallas –una o máximo dos por competencia- significan que no importa cuánto haya mejorado el presupuesto federal para el deporte, que tampoco tiene un peso específico que en el país “haya mucho talento” (frase favorita de los políticos del deporte en turno), que en los estados y municipios se gasten anualmente 3 mil millones de pesos en infraestructura deportiva. No, ninguna de estas acciones han funcionado para mejor un ápice los resultados del atletismo mexicano.
En los últimos cinco mundiales, la cosecha ha empeorado: sólo dos medallas. En Osaka 2007, Daegu 2011 y Beijing 2015 la delegación mexicana se fue en blanco. En Berlín 2009, Eder Sánchez ganó medalla de bronce –que se convirtió en plata por la descalificación del ruso Valery Borchyn quien dio positivo en un antidoping- y, en Moscú 2013, Luis Rivera fue bronce en salto de longitud.
Dos medallas en un periodo en el que la Federación Mexicana de Atletismo ha tenido tres presidentes diferentes, el último de ellos, Antonio Lozano, además está llevando en libertad un proceso penal pues la Conade lo denunció por el probable delito de peculado. Lozano, según la denuncia en su contra, malversó casi 5 millones de pesos de recursos que el gobierno le entregó para aplicarlos en este deporte que, lejos de mejorar, está en caída libre.
En el Campeonato Mundial de Londres 2017, que comenzará el sábado 5 de agosto, México se presentará con una delegación de 14 atletas: Margarita Hernández y Ricardo Ramos en maratón, Édgar Rivera en salto de altura, Alberto Álvarez en salto triple, Diego del Real en lanzamiento de martillo, Tonatiú López en 800 metros, Guadalupe González, Guadalupe Sánchez, Éder Sánchez, Pedro Daniel Gómez y Tadeo Vega en 20 kilómetros de marcha y Horacio Nava, José Leyver Ojeda y Omar Zepeda en 50 kilómetros.
Las posibilidades de obtener preseas descansan en dos atletas: Guadalupe Sánchez, que en los Juegos Olímpicos de Rio 2016 fue plata, y Diego del Real que en esa justa obtuvo el cuarto lugar. O sea, el mejor escenario de México es ganar las mismas medallas que se obtuvieron en Edmonton 2001 (Ana Guevara en 400 metros y Édgar Hernández en marcha 50 km fueron bronce), las mismas que en Sevilla 99 (Alejandro Cárdenas en 400 metros y Daniel García en marcha 20 km también bronce), las mismas que en Atenas 97 (Daniel García oro en 20 km y Miguel Ángel Rodríguez en marcha 50 km). Insisto: las mismas.
Y si de oros hablamos, desde que en París 2003 Ana Guevara se convirtió en la mejor corredora de 400 metros del mundo. Ya pasaron 14 años. Nuestras velocistas están a años luz de emularla.
Diacrítico. El dinero, hay que decirle a los señores de la política, no sirve sin un programa de trabajo, sin un proyecto metodológico diseñado y vigilado por científicos del deporte; sin una Federación de Atletismo bien administrada y dirigida sobre la base de la capacidad, sin una Conade dando seguimiento puntual a cada paso de los atletas. Los años han desnudado la incapacidad de quienes tienen en sus manos el desarrollo de este deporte: el empirismo ya no alcanza. Los resultados, cuando son producto de los riñones de los atletas, alcanzan, si acaso, para las mismas dos medallas de siempre.
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