Pensar en los desconectados

El teléfono celular es la tecnología que más se ha democratizado en el mundo. Aunque el móvil ha permeado todas las clases sociales todavía no tenemos cobertura universal porque las redes y sus servicios no llegan a todos. México tiene una penetración de telefonía móvil de 91 por ciento; sólo superamos a Haití que es el país más pobre de América y a Cuba, con una infraestructura móvil incipiente. Somos 70 millones de usuarios de Internet pero faltan por conectar 52 millones de mexicanos. Un smartphone conectado a la web es una ventana al mundo, pero sin redes no es posible. En telecomunicaciones también hay mexicanos de primera y de segunda. Los habitantes de la Ciudad de México somos privilegiados porque la teledensidad móvil es de 137 dispositivos por cada 100 habitantes. Pero en Chiapas es de 59, en Oaxaca de 61 y en Guerrero de 63 por ciento. La cobertura es una asignatura pendiente de la reforma en materia de telecomunicaciones a cuatro años de su aprobación. A pesar de las inversiones que se han realizado, las redes no se han expandido lo suficiente. La causa es una política y una regulación que privilegia la competencia en las urbes densamente pobladas pero no la cobertura en zonas rurales o semiurbanas. No hay estímulos suficientes para la inversión en infraestructura que conecte a más mexicanos a más y mejores servicios. Para fomentar la competencia los legisladores decidieron que mientras Telmex-Telcel tengan más de 50 por ciento del mercado, sus competidores no pagarán por interconectarse y terminar las llamadas en dichas redes. Cuando no se paga por la interconexión el operador que tiene prohibido cobrar por el servicio que presta no tiene estímulos para expandir su red, porque los competidores la utilizarán gratis. Cuando alguien instala un “diablito” en la infraestructura eléctrica la compañía de luz deja de recibir ingresos que pueden utilizarse para ampliar la red y llevar el fluido eléctrico a más hogares. Lo mismo sucede en telecomunicaciones. La tarifa cero de interconexión inhibe la expansión de redes y con ello la cobertura y los servicios. No importa cuánta competencia exista en el mercado y cuánto hayan bajado las tarifas de los servicios de telecomunicaciones desde la entrada en vigor de la reforma. Sin infraestructura no hay voz ni datos ni video. Tampoco Facebook, WhatsApp, Netflix y Spotify. Tampoco Wikipedia, salud y educación a distancia. Cero comercio electrónico o banca móvil. Débil economía digital. Para alcanzar la cobertura que requieren los estados más pobres del país se necesita el compromiso de todos los operadores. No es limitando la expansión de las redes como vamos a cerrar la brecha digital. El Gran Salto Adelante es invertir en infraestructura.   Columna anterior: Nos queda a deber la TV de paga