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No es casual que haya sido el PRD la mente detrás del Frente Amplio Democrático de la mano del PAN, justo para las elecciones del 2018. El próximo año se cumplirán 30 de aquel Frente Democrático Nacional que encabezó el Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial en 1988 y que dio origen al Partido de la Revolución Democrática.
Si los impulsores del Frente Amplio Democrático creen que éste será el instrumento perfecto para el resurgimiento del PRD, tendrían que considerar que el México de hoy es muy distinto al de 1988. El mundo es otro.
Aquel FDN nació de la disidencia del PRI que aglutinó a partidos y organizaciones de izquierda y centro izquierda. Hoy, el FAD nacería, si se concreta, producto de la debilidad de dos partidos de oposición ideológicamente antagónicos. Ése es su primer y principal obstáculo. Alejandra Barrales y Ricardo Anaya tendrán que convencer a sus militantes y seguidores de votar por un candidato o candidata que podría defender posiciones diametralmente opuestas en temas torales.
La idea no es mala, el problema es su instrumentación y objetivo. El FAD no tiene la aprobación unánime de panistas, ni perredistas. Unos aseguran que el objetivo es sacar al PRI del poder e impedir que Andrés Manuel López Obrador se convierta en Presidente. Otros lo niegan. Siendo así, ¿dónde queda México? ¿Es más importante conquistar el poder que resolver nuestros problemas? ¿Aumentarían los salarios mínimos? ¿Bajarían los precios de las gasolinas? ¿Habría IVA en alimentos y medicinas? ¿Y política petrolera? ¿Qué haría con el desastroso sistema de pensiones frente a una población que envejecerá dramáticamente en cosa de dos décadas? ¿Un candidato común de PAN-PRD aprobaría los matrimonios homosexuales? ¿Qué haría ante la inseguridad, la violencia del crimen organizado o el robo de combustibles? ¿Cuál sería su política frente a Cuba, Venezuela o Estados Unidos?
Además, el Frente Amplio Democrático podría ser el distractor perfecto. No perdamos de vista lo que se juega el PRD el próximo año. Ha caído estrepitosamente su presencia electoral, no tiene la fuerza para competir solo por la Presidencia, y lo sabe. Podría caer hasta el cuarto lugar y dejaría de ser un partido influyente. Es decir, se sumaría a la ‘chiquillada’ partidista.
El PAN tampoco está en su mejor momento, como pregona su líder, Ricardo Anaya. A pesar de sus grandes resultados electorales del año pasado, sus triunfos de este 2017 fueron pírricos. Mintió Anaya al presumir que había ganado tres de las cuatro elecciones y no ha dado una explicación convincente de por qué el PAN cayó al cuarto lugar en el Estado de México. Hoy, muchos mexicanos reprochan a Acción Nacional haber gobernado 12 años sin convencer.
Candado
Pasado mañana, en Guadalajara, seré conferenciante del Campus Party 2017, la comunidad de tecnología y emprendimiento más grande de México.
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Lunes 2 de Diciembre de 2024