Quizás porque han vuelto a ganar los Yankees, mi ánimo en esta contribución es más positivo. Pero tiene más bien que ver con atemperar mi angustia respecto al endurecimiento autoritario que se percibe. Sintetizo el diagnóstico: la polarización entre líderes políticos y actores sociales se profundiza.
Hay un rompimiento que se ha hecho patente tanto en el acoso de organizaciones desde distintos centros de poder, como en el discurso excluyente y moralista desde los “ciudadanos” frente a “los políticos”. En un entorno en que la democracia pareciera ofrecer solamente frutos de infinita corrupción y creciente ineficacia, la ausencia de actores moderados, dispuestos a la interlocución productiva, es terreno fértil para las soluciones personalistas, autoritarias y clientelares.
La evocación y preferencia por una persona que nos regrese a una sociedad más simple, cerrada, no es patrimonio solamente de algunas alternativas, sino una opción cada vez más aceptada, o anhelada, por muchos desde el poder y fuera de él.
Subrayo de entrada que la responsabilidad fundamental en este proceso es, como suele ser, del ámbito político. De quienes hoy ejercen cargos de representación popular y los funcionarios que les asisten. De quienes encabezan los distintos órganos autónomos y poderes de la Unión. Pero también corresponde a quienes quieren incidir en lo público desde fuera del poder.
Para evitar el invierno autoritario, lo esencial es reconocer que nunca nos asiste, en lo público, la totalidad de la razón. Que porque somos democráticos debemos valorar la posición del otro, y que por ello precisamente requerimos de procesos que agreguen preferencias respetando los derechos elementales de cada persona. Necesitamos una reeducación democrática, que debe mostrarse en nuestros discursos, propuestas, debates y críticas. Vivir en democracia significa protegerla de quienes desde los extremos quieren limitarla, mas no pretender anular a quienes difieren de nosotros.
Adicionalmente hay que admitir que nuestro proceso de construcción del poder ha sido insuficiente para limitar su abuso. Que no basta con las detenciones de algunos de los más notorios sospechosos, cuando lo que requerimos es una reconstrucción profunda para que todas las personas seamos iguales ante la Ley. Ahí es indispensable que se aproveche el resto de esta Legislatura para impulsar la transformación de la Procuraduría General de la República en una Fiscalía viable, profesional, eficaz y equilibrada.
Finalmente, especialmente desde la sociedad civil, abandonar de una vez el discurso de “nosotros” frente a “ustedes”. Buscar interlocución más allá de los actores y mecanismos tradicionales, buscando aliados confiables incluso al interior del poder. Al final del día, todos quienes participan del servicio público siguen siendo ciudadanos, y nos corresponde a todos la construcción de un horizonte distinto, estemos donde estemos. Y lo que debiera distinguirnos no es esa presunta pureza o igualmente falsa deshonra, sino el compromiso que adquirimos en la transformación del entorno. Ahí vamos a sumar a muchos más. Poblaremos el centro y labraremos un futuro distinto. Abrirá la primavera, y como decía el Mago Septién, con ella llegará de nuevo el beisbol.
*Alejandro Poiré es Decano del Tec de Monterrey
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