Paladar de mercado

Había que llegar temprano porque la hora de la comida, después de la del almuerzo, era la más concurrida. Ahí probé las que hoy son mis albóndigas favoritas, las de pollo en salsa verde con papitas cambray; el mercado de San Ángel y su comida corrida eran visitas regulares en casa. También al sur de la Ciudad de México, muy cerca de la casa en la que crecí, el mercado de Coyoacán era otro de nuestros cotidianos. Sí, a comprar fruta con Rosa, siempre de mal humor, pero más a comer cocteles y pescaditos rebozados en El Jardín del Pulpo. Aunque quizá uno imagina que los mercados son parte del la cultura mexicana como elemento de cohesión, sitio de compra, restaurante o puesto, en realidad los mercados como centro neurálgico de ingredientes y casi siempre buena cocina, son muy universales. La primera vez que visité el Chelsea Market en Nueva York lloré al darle una mordida a un lobster roll de conocido establecimiento judío. La Boquería fue durante meses un sitio para comerme un gazpacho, de esos catalanes con manzana y una escalivada, a mitad del día, en la Barcelona de hace quince años. ¿Otros mercados que me han marcado?, el de Cali, lleno de sabores tropicales y unas arepas fritas con un huevo perfecto dentro, que se han convertido en mi obsesión; los mercados de Mérida para comer tortas de lechón y el mercado Negro en Ensenada para tacos de pescado. Las mejores rebanas de salmón ahumado sobre pan oscuro las probé en puesto de parados en el mercado de pescados de Bergen en Noruega, y las mejores fresas con crema en el puesto de Rosita en el mercado de Valle de Bravo. Quiero visitar lo que en un año será el Bourdain Market sobre el río Hudson, mercado que el chef y conductor Anthony Bourdain ha diseñado como una meca de la cocina global. Me gusta comer en el mercado de fin de semana de Les Halles en París, particularmente en el invierno con aquel rincón para comer queso Epoisses con vista a la mejor tienda de equipo de cocina. Intuyo que todos los mercados del mundo tienen un buen sitio para, sentados o parados, comer. Es cuestión de buscarle. Comer en los mercados está en mi ADN. Mi vida entera ha sido la de una niña, adolescente y adulto, con más o menos presupuesto pero con la misma emoción, de comer en los mercados y me hace feliz ser viajera de despertador matutino para conocer los mercados de las ciudades. Así me enseñaron, así enseñaré, así disfruto.
Por Valentina Ortiz Monasterio