Los resultados que se dieron en las elecciones del pasado 4 de junio reafirman que la fórmula efectiva para ganarle al PRI en 2018 y sacar de Los Pinos al grupo gobernante y sus cómplices, es la construcción de una amplia alianza de la oposición y organizaciones sociales, similar al Frente Democrático Nacional (FDN), que lideró el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.
Un esfuerzo similar se pretende con la construcción del Frente Amplio Democrático (FAD), que busca enfocarse de manera prioritaria en la definición de un programa que permita garantizar la estabilidad y gobernabilidad del país y darle certeza a la gente de que se harán los cambios necesarios para combatir la inseguridad, el pacto de corrupción e impunidad, la desigualdad, pobreza y marginación; y fortalecer el empleo, el salario, la seguridad social, educación y salud; entre otras demandas fundamentales.
Una iniciativa de esta dimensión es indispensable para evitar que se repitan escenarios como los que se dieron el 4 de junio en las entidades donde hubo elecciones, particularmente en el Estado de México y Coahuila, en donde el gobierno y su partido hicieron fraude.
La gente está a la espera de una alternativa electoral viable, de ahí que la convocatoria a la construcción del Frente Amplio haya tenido una aceptación tan favorable. A pesar de quienes lo cuestionan, el FAD se mueve.
El Frente Amplio no es sólo una alianza de partidos, el objetivo es lograr que se incorporen diversas organizaciones civiles, activistas sociales, candidatos independientes y ciudadanos.
Primero tenemos que debatir, consensuar y definir el programa que contendrá las propuestas de todos y cada uno de los integrantes. El siguiente paso es el método para la elección de los candidatos a cada uno de los cargos federales y estatales que estarán en disputa en 2018.
Para el caso de la presidencia de la República, en Iniciativa Galileos, la agrupación perredista a la que pertenezco, hemos impulsado que se proponga a una candidata o candidato ciudadano que reúna el consenso de todos los participantes.
Quienes promovemos este proyecto consideramos que como parte de las reformas se debe impulsar un gobierno de coalición y un cambio de régimen político para terminar el presidencialismo con facultades metaconstitucionales y desatar un proceso para establecer un régimen semiparlamentario con contrapesos y equilibrio reales entre los poderes y órganos autónomos.
A México le urge un cambio de esta naturaleza. Sin embargo, es necesario convencerlos que esta iniciativa puede ganar en 2018 y lograr una transición pacífica, de estabilidad y gobernabilidad. Para que esto sea posible, el FAD debe ser amplio y diverso, porque cada partido de la oposición, por sí mismo, no puede garantizar estas condiciones.