Tuve una epifanía para escribir estas líneas cuando leí la nota del New York Times sobre la extraordinaria noticia de la primera exposición de un artista mexicano en el Museo Metropolitano de Nueva York, después de que esto no sucedía desde hace tres décadas.
Este artista tiene tres siglos de haber fallecido y es Cristóbal de Villalpando (1649-1714), uno de los más grandes expositores del arte barroco novohispano.
¿Pero por qué diablos eso me recuerda a Salinas? Por la sencilla razón que la última gran exposición cultural mexicana en Nueva York fue “México, esplendores de 30 siglos” la cual fue una estrategia precisa de soft power mexicano de Salinas en Estados Unidos en la antesala de las negociaciones del TLCAN.
En 1990, por primera vez dos potencias económicas como Estados Unidos y Canadá aceptaban negociar un tratado entre iguales con un país en “vías de desarrollo”. México se ganó la lotería, entró a las grandes ligas, así nos lo presumió Salinas y teníamos que vendernos majestuosamente frente a los gringos y canadienses.
Pero regresando al tema de Villalpando, Salinas entendió la necesidad de cambiar la mala percepción que se tenía sobre México en los pasillos políticos y económicos de Washington y en todo el territorio estadounidense. Por ello orquestó que saliera del país la mayor colección de arte prehispánico para que recorriera las principales ciudades en Estados Unidos, para mostrarles a los gringos, en su propia casa, la grandeza y prestigio de la cultura mexicana que tenía 30 siglos de esplendor y no solo dos siglos de historia colonial británica. Nos costó mucho dinero esa exposición itinerante pero los réditos los seguimos disfrutando gracias al superávit comercial y por los beneficios de la integración con Norteamérica.
En ese entonces, Salinas tuvo la ventaja que George Bush le ofreciera negociar un tratado de libre comercio cuando todavía era presidente electo (Houston, 1988) y sabía que no podía negociar comercialmente con los europeos porque estaban inmersos en su proceso de integración regional. Salinas tomó esa oportunidad histórica.
No soy un apologista de Salinas. Afirmo que por sus manos corren crímenes que no le han sido comprobados por el pacto de impunidad que negoció con el PAN a cambio de otras transformaciones en el país. Mi punto es que supo aprovechar la grandeza de la cultura mexicana para atajar un frente en la opinión pública de Estados Unidos durante las negociaciones del TLCAN.
Peña tendrá que verse en el espejo de la historia en comparación con lo que logró Salinas en su momento con Estados Unidos. Dudo que Villalpando salga a la defensa y promoción de este gobierno como sí lo lograron nuestras culturas ancestrales por Salinas.
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