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¿El narco ayuda a la gente?

Padrinos, benefactores, caudillos... Los líderes del narco se ganan un lugar entre la población con menos posibilidades económicas

OPINIÓN

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¿Hay cárteles del narcotráfico operando en la ciudad de México? La pregunta está en el aire desde que comenzaron a hacerse públicas las detenciones en la capital de personajes poderosos de las organizaciones delictivas más grandes del país… y los cuestionamientos aumentaron la semana pasada con el abatimiento de Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos, en Tláhuac. La discusión sobre si son cárteles o sólo se trata de operaciones de narcomenudeo, puede ser interminable. Pero sobre lo que no hay muchas vueltas que dar es sobre una realidad indiscutible: la razón por la que el marcado de la droga y sus miles de empleados ganan cada vez más terreno. En México, un país donde la movilidad social y la capacidad de progresar es tan poca (lo dicen estudios del COLMEX, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias y la UNAM), los empleados del narcotráfico encuentran oportunidades que nadie más les da: ganar dinero y hacerse de una suerte de cuestionable “prestigio”. Eso, quizá, es lo que tienen en común las comunidades de las sierras y las selvas, o las costas donde manda el Cártel Jalisco Nueva Generación, ahí donde el narco se ha ganado a los lugareños ofreciendo protección y bienestar. Lo mismo que en las calles de Tláhuac, donde vimos cómo tras la noticia de que había caído El Ojos, los letreros de apoyo en las casas y los negocios aparecieron de inmediato: “El señor no es un delincuente. Aliviana a la gente. No roba, ni secuestra, ni extorsiona.” Algunas cartulinas remataban diciendo que “da trabajo a alguien que conoces”. Sin miedo a equivocarse lo aseguran. Entonces, ¿qué tan grandes son esas organizaciones? ¿A cuántos distribuidores, vendedores, informantes, sicarios, policías, funcionarios o sencillamente gente que guarda silencio tienen cooptados? En las clases más bajas, todo se reduce a un asunto claro: el dinero. Las personas no se involucran con el narcotráfico por cuestiones ideológicas, por convicciones o por religión. Lo hacen para resolver lo más elemental, para obtener lo que de otra manera no consiguen. Aunque nos pese, la realidad es que el narco ha encontrado adeptos no sólo entre los consumidores de drogas, sino entre ciudadanos que se han topado con una ruta para intentar escapar del nivel socioeconómico en el que están encerrados. Así de sencillo. Ojo con esto Rigoberto Salgado (MORENA), Jefe Delegacional de Tláhuac ha guardado silencio. ¿Es posible que operara una organización como la de El Ojos en su demarcación sin que él lo supiera? ¿Por qué la Marina decidió no anunciar al delegado la realización de un operativo en su territorio? ¿Existía la posibilidad de que si lo hacían, la información fuera filtrada a los delincuentes? asidesencillo@yahoo.com Columna anterior: El sexenio del empleo ¿seguro?