Donald Trump cumple hoy jueves seis meses de gobierno, y además de los escándalos en que se ha visto mezclado, hasta ahora parece más centrado en deshacer lo hecho por su predecesor, Barack Obama, que en dejar un legado propio.
Y de alguna forma, hasta ahora la consecuencia ha sido más en detrimento de EU y aún del propio Trump y su partido republicano que de progreso.
Trump llegó a la Casa Blanca con la promesa de "saciar el pantano representado por Washington y los intereses creados y con una actitud de confrontaciones hacia poderes fácticos y formales, como la prensa y las otras ramas de gobierno.
Y aunque esa postura le valió el favor de un 46 por ciento de los votantes y el triunfo en el Colegio Electoral, ha tenido un costo político enorme para él.
Es cierto que los números económicos que acompañan los primeros seis meses del gobierno de Trump son positivos, pero se debe en parte al impulso que traía la economía desde los últimos meses del gobierno Obama y en parte al optimismo que acompaña la llegada de un nuevo presidente que como Trump, prometió una agenda que incluye la reducción de impuestos.
Pero bien podría decirse que el gobierno Trump se ha visto entre los escándalos creados por sus presuntas, o reales, interacciones con Rusia y los fracasos de su mayoría legislativa republicana en el Congreso, como el recién ocurrido desplome de la derogación y reforma del programa de salud aprobado por el gobierno Obama.
Cierto que no se ha dicho la última palabra en ese tema, pero el historial no ayuda.
Y en medio de esos extremos, decisiones que van del abandono del Acuerdo de París sobre Cambio Climático y desechar la participación estadounidense en el Tratado comercial Transpacífico, a la idea de construir una muralla en la frontera con México que la realidad ha ido achicando, o de renegociar el Tratado Norteamericano de Libre Comercio con las limitaciones impuestas también por realidades.
Las demandas de reforma de la OTAN y sus roces con países europeos ayudaron simplemente a crear una atmósfera de duda en el liderazgo estadounidense, al grado de que hay crecientes expresiones de desconfianza hacia el gobierno Trump. En lo doméstico, la promesa de hacer regresar empleos al país es más propaganda que realidad hasta ahora y aún su promesa de incrementar las deportaciones enfrenta problemas.
Muy al margen de las intenciones de Trump, existe la creciente idea de que Washington vive una crisis de confianza que incluye de hecho a la relación entre el presidente y su propio partido, sin contar la oposición demócrata.
En lo que tal vez sea su mayor error político, Trump no parece haberse preocupado por acercarse a sectores mas allá de sus partidarios. Puede afirmarse que tiene la casi ciega lealtad de sus votantes, pero una desconfianza creciente del resto del país.
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