Cada día, en punto de las tres de la tarde, el Secretario de Hacienda José Antonio Meade realiza una llamada telefónica que resulta fundamental para las finanzas públicas del país: marca al Servicio de Administración Tributaria (SAT), se comunica con el Jefe del organismo, Osvaldo Santín, y pregunta cómo cerró la recaudación de la jornada. La respuesta tiene que ser idealmente incremental.
El SAT se ha constituido en las últimas dos décadas en lo que podríamos calificar como la pieza fundamental de la estabilidad económica de la transición en las reformas. Su historial es lineal y acumulativo. Por eso se le respeta. Su capacidad de fiscalización y recaudación se ha solidificado con particular fuerza en los últimos cinco años, permitiendo una consolidación de las finanzas públicas para llegar a un superávit y evitando una reducción en la calificación de la deuda.
Ejemplos de cómo logró esto hay varios. Uno de ellos es lo que ha ocurrido con el Régimen de Incorporación Fiscal (RIF), que ya refleja una recaudación anual de 5 mil millones de pesos. Otro más es la detonación constante de cartas automatizadas de explicación de movimientos bancarios no reportados fiscalmente, de lo que ya se contabilizan 180 mil cada año (con el consecuente pago del contribuyente que había sido omiso).
Finalmente, las estructuras de control fiscal están siendo muy efectivas, con tres ámbitos de actuación —económico, político y criminal— en casos de omisión. El primero se refiere a omisiones derivadas de actividades mal contabilizadas de grandes contribuyentes; el segundo a personajes de cargos públicos que necesitan aclarar y/o pagar algún crédito fiscal; el tercero a la investigación y persecución de grupos delictivos que deliberadamente arman esquemas de evasión. Eso sí: el SAT no deja ir a ninguno.
Hay una prioridad clave en el SAT ahora: finalizar la transición de toda su estructura tecnológica hacia un modelo híbrido. ¿A qué se refiere esto? A que hacia 2018 tendremos a los datos del SAT viviendo tanto en la nube pública como en una privada. La privada permitirá al organismo no dejar cabos sueltos en procesos de misión crítica.
Para 2018 el gobierno no presentará una miscelánea. Esto le permitirá concentrarse fiscalmente en fortalecer los mecanismos de recaudación existentes y terminar la transición del uso de tecnología eficiente en las aduanas (la aduana de Otay, por ejemplo, está próxima a terminar su transición tecnológica hacia el uso masivo de radiofrecuencia). Asimismo, en estos meses, en materia fiscal, el gobierno se concentrará en negociar con Estados Unidos los términos del TLCAN en lo que a comercio electrónico se refiere. Es uno de los temas más complejos, porque en aquel país no hay IVA y no se cobra ningún impuesto en transacciones menores a Dlls. $ 800. Sí.
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El telefonema de Meade a las 3:00 pm
Cada día, el Secretario de Hacienda hace una llamada que resulta fundamental para las finanzas públicas del país: marca al SAT