Leer en medios de comunicación y redes sociales cómo amanece nuestro país se ha convertido en una rutina de miedo. La inseguridad, violencia y corrupción crecen sin que, hasta el momento, haya una verdadera estrategia que pueda frenar ninguno de estos cánceres, que tienen a México en una constante condición de enfermo terminal.
Los mexicanos no estamos ciegos ni sordos, tampoco intentamos tapar el sol con un dedo. Así ha quedado demostrado en la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), publicada por el INEGI. En ella, 74.9 por ciento de los adultos consultados consideró inseguras las ciudades donde viven, el porcentaje más alto desde que se comenzó a realizar esta encuesta, en 2013.
A esta terrible situación se suma una crisis más: la corrupción en todos los niveles del país y que está vinculada directamente con la violencia, que es la herramienta por medio de la cual se intimida y amenaza. Como señala el académico y especialista en política global de la Universidad Panamericana, Francisco García Pimentel, “la violencia y la corrupción nunca son dos cosas separadas y siempre van unidas”. La consecuencia de vivir en un país en donde los niveles de corrupción se encuentran entre los más altos de América Latina, es que también exista la percepción de que prevalece la impunidad.
No es de extrañar que frente a estas crisis, la sociedad esté harta, enojada y que ya no quiera vivir en un México con miedo, que esté dejando de ser simple observadora para convertirse en protagonista activa, que se organiza para denunciar y alzar la voz ante el silencio de las autoridades.
Una sociedad que busca las razones por las que llegamos a este punto, que pareciera un laberinto sin salida, pero que también propone soluciones diferentes a las que por años se han planteado desde las altas esferas de Gobierno, pero que siguen siendo lejanas a la gente y poco efectivas.
Los partidos políticos ya no podemos ser insensibles ante la desesperación de los ciudadanos. Tenemos el deber de escuchar el llamado de la gente, la obligación de facilitarles todas las herramientas posibles para que se escuche su voz, brindarles nuestro incondicional apoyo y acompañamiento para hallar soluciones verdaderas y definitivas, sin intereses, banderas ni colores de por medio.
La clase política debe seguir trabajando por la unidad del país, para demostrar que antes que las ideologías propias están los valores y derechos más elementales, como el preservar un verdadero Estado de Derecho, democrático, libre, en donde todos podamos vivir en paz.
Sí es posible trabajar por ese México de derechos y comprometernos con la gente para generar soluciones de fondo. Sí es posible, también, abrir la puerta a un diálogo entre políticos y ciudadanos, que dé como resultado un programa para rescatar al país. Desde el PRD lo estamos haciendo cuando llamamos a la conformación de un Frente Amplio Democrático. Sí es posible.
*Presidenta Nacional PRD
Jueves 5 de Diciembre de 2024