La corrupción sistémica ha deteriorado gravemente a las instituciones, impedido el crecimiento económico, dejado a millones de mexicanos sin oportunidades; hace del actual régimen no sólo disfuncional e incapaz de enfrentar con éxito sus retos y problemas sino que pervierte la vida pública y social del país. Frente a ello, lo que da esperanza es la sociedad civil pujante que ha puesto el dedo en la llaga y empujado una agenda para combatir de raíz dicho flagelo, que no admite simulaciones, que resiste la cooptación tradicional del sistema y que entiende que éste es el momento para estirar la liga con la clase política.
El diseño del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) es hechura de la sociedad civil. Es verdad que no quedó exactamente como lo concibieron ciudadanos y ciudadanas expertas en la materia, pero los avances son innegables y se deben en gran medida a la presión social. El principal riesgo, lo estamos viendo, radica en la irreprimible tendencia a que los vigilados controlen a las instituciones que vigilan con incondicionales repartidos a partir de cuotas y cuates. Por eso es que celebro que haya vuelto a irrumpir la sociedad civil para defender, fortalecer y mejorar al SNA, no sólo en la víspera de que éste entrara en funcionamiento formal -estando incompleto- sino también en el preludio de la gran batalla por la nación del próximo año.
Un impresionante crisol de organizaciones y personalidades se juntaron para poner en el centro el combate a la corrupción y al pacto de impunidad que la solapa bajo el HT #VamosPorMás. Sus cuatro peticiones son necesarias y apremiantes: Fiscalía General verdaderamente autónoma, independiente y eficaz -inadmisible que Raúl Cervantes, ex abogado del PRI, se vuelva transexenal- de la cual dependerá el Fiscal Anticorrupción que, por cierto, no ha sido nombrado y tiene cojo al sistema, lo que requiere una reforma constitucional para que no sea la misma PGR con otro nombre; nombramientos apegados a las mejores prácticas para que no sean cooptados los sistemas con amigos de los gobernantes o por cuotas partidarias, tanto en lo federal como en lo local; recursos suficientes y respetar la independencia de los Comités de Participación Ciudadana -recordemos la infame campañita orquestada desde las cañerías de SEGOB; reducir el financiamiento a partidos y quitar el fuero a funcionarios y legisladores.
El régimen es una víbora que se come la cola: sólo los privilegiados del sistema pueden cambiarlo. Por eso es indispensable el protagonismo de la sociedad civil en las definiciones sobre la distribución del poder político en 2018. La corrupción es un tema transversal e ineludible de las campañas. Absurdo y regresivo plantear que el puro ejemplo de un presidente que se autocalifica “honesto” resolverá el problema.
El camino es el SNA sin simulaciones ni cooptaciones. Por eso no sólo asumo los planteamientos de #VamosPorMás sino que, al igual que lo hice en el proceso legislativo 2012- 2015, empujaré dicha agenda codo con codo con los ciudadanos.