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Confinado

OPINIÓN

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Confinado, encerrado en una caja de cristal, como león enjaulado, Juan Carlos Osorio era testigo presencial del desempeño de su cuadro "B" —aunque digan que todas las Selecciones de México son la "A"—.
Desde las alturas del Qualcom en San Diego, el colombiano rumiaba su impotencia, intercambiaba ideas consigo mismo. Pero estaba lejos de la cancha. Sabemos que él paró al once que inició contra El Salvador en el debut de México en la Copa de Oro, pero ya no pudo meter mano en el discurrir del partido.
¿Por qué estaba Juan Carlos Osorio mirando el partido desde un palco cuando debía estar dando voces a nivel de césped? Fácil. Se le escaparon los demonios que traía guardados en la cabeza en el partido contra Portugal en la Confederaciones y se dio el tiempo de insultar de arriba a abajo al cuarto árbitro (al que casi le muerde la oreja) y también al central. Las palabras "fuck you" se leyeron en sus labios en diversas ocasiones. Ya había amagado con salirse de sus casillas cuando encaró —con la misma bonita palabra anglosajona y otras aún más cultas— al cuerpo técnico de la selección neozelandesa. Pero ahí, la FIFA hizo mutis. Contra los lusos, ya no se la perdonaron. La sanción: Seis partidos calentando banca, pero en la tribuna. Algunos jugadores cínicos y varios porristas del micrófono y la pluma, osaron defender al demencial energúmeno, argumentando que hay una persecución contra el futbol mexicano. Que si "fue el grito homofóbico", que si "el técnico del Tri es un santo" o si "el castigo de seis juegos es exagerado", etcétera. A mí, la verdad, me parecieron pocos. Y pues ¿quiénes somos para que nos consideren tan importantes?
¿Qué sigue? Detrás de esa mirada apacible, de ese hablar "bonito" y esa aparente bonhomía, está un ser humano que debe trabajar en su carácter, y para ello necesita que algún directivo de mano dura le lea la cartilla. Parece que por el momento no lo hay. Aquí, entonces, es donde se requiere de la figura de un tipo como Ricardo Peláez, quien ha demostrado sobradamente conocer su negocio. Si la empresa que maneja a la selección reconsidera y entierra los rencores, tiene en Ricardo al personaje idóneo para enderezar la nave tricolor. De las rotaciones, ni hablar. Seguirán y seguirán hasta que nos topemos con nuestra triste realidad en Rusia, donde se vislumbra un panorama nuboso y poco claro, por decir lo menos. Porque México no va a jugar contra El Salvador, Jamaica y Curazao en el Mundial. De los juegos moleros somos los reyes del mundo, pero, cuando la cosa se pone seria... Lo peor es que ya quedó demostrado contra Alemania y Portugal, que en el presente, México NO compite con las potencias, como sí lo hizo (aunque con el mismo triste desenlace) en Copas del Mundo anteriores. En el área somos los amos, pero fuera de la zona de confort la cosa cambia. ¡Y mucho!
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