Trump tiene al presidente Peña a la derecha, separado por una mesita y unas flores violeta. Videgaray está sentado a un costado de su jefe, de modo que al abrirse el micrófono observa a los periodistas, y cuando una de ellas pregunta si México pagará por el muro, el canciller voltea a la izquierda y observa a Trump de perfil responder: “absolutamente”.
Trump pronuncia la palabra observando al secretario de Estado Rex Thillerson. Se miran y ríen.
El presidente Peña, a diferencia de su canciller, no mira a Trump y mantiene la vista en los periodistas. Ninguno de los dos parece sorprendido o incomodado por la respuesta del presidente de Estados Unidos.
Hay acciones que definen a la política en el tiempo, y palabras y frases de época que trascienden por su significado.
“Lo necesito a bordo”, le dijo Calderón a Bush en la Casa Blanca y años después esa alianza convirtió al país en un cementerio de más de 300 mil muertos.
“Esto puede dañar nuestras relaciones.”, advirtió Salinas a Bush un día de octubre al final de las negociaciones del TLC, y le reclamó que sus fiscales preparaban listas de testigos mexicanos, entre ellos políticos y candidatos asociados al caso Álvarez Machain, el médico que había participado en la tortura y asesinato del agente Enrique Camarena.
Veinticinco años después, con el Tratado de Libre Comercio y el muro como protagonistas de una bizarra relación, Peña decidió no responder a la provocación de Trump.
Pese a todo lo que esto puede implicar –indignidad, abdicación o pragmatismo a ciegas–, sería ingenuo interpretar la reacción de Peña y del canciller como un error o una torpeza.
Qué responder y cómo a un previsible exabrupto de Trump tuvo que ser parte de la discusión previa al viaje, en la Cancillería y en Los Pinos. El silencio denota que en el horizonte de Peña y Videgaray solo aparece como puerto la renegociación del TLC.
En el último suspiro de la administración la apuesta es por una renegociación que no coloque de cabeza al país, y en esa lógica se inscribe el silencio ante el buleador y el pragmatismo ante la irracionalidad, como un barco sin ruta.
El silencio confirma algo más profundo: en el delicado momento histórico que representa el gobierno de Trump, el presidente Peña ratifica la riesgosa y conservadora apuesta de renegociar el TLC en lugar de ver en el caos creado por el magnate y el declive de la supremacía occidental una oportunidad para ajustar la mirada de los intereses nacionales y dirigirla hacia China, el país que provoca más expectativas de dominio en el Siglo XXI, o algunos emergentes como India y Brasil en la idea de un entorno mundial más equitativo.
Lo trascendente –las consecuencias de una decisión que nos alcanzará en unos años– es la alianza con Trump a cualquier costo. Lo demás, parafraseando al Presidente, son murmullos. Columna anterior: El Zocalito