Una semana antes de la elección el petista Óscar González declinó por Delfina Gómez. Lo hizo para colgarse del arrastre que tuvo la morenista en toda su campaña y, por ende, garantizar la sobrevivencia del PT en el Estado de México.
Pero la jugada le salió chueca: ni la maestra ganó la elección, ni el PT logró el 3% de la votación necesario para mantener el registro. Apenas arañó el 1% de los sufragios, con lo que en automático desaparece del territorio mexiquense.
También les fallaron los cálculos porque la declinación de González Yáñez, en lugar de sumar, generó mucha confusión entre los electores.
Muy pocos sabían que su voto sería nulificado si tachaban dos logotipos en las boletas. Tampoco sabían que los votos por el PT no se le sumarían en automático a doña Delfina.
Lo evidente es que hicieron las cosas al aventón, intencionalmente o por ignorancia nunca armaron una campaña de información al respecto, como tampoco lo hicieron los morenistas.
El vacío de información creó una bola de nieve que a la postre hizo la diferencia entre el triunfo y la derrota de Morena, porque 176 mil 168 votos – equivalente al 3% del total de la votación– fueron anulados.
Esos votos nulos son la bandera que adoptará Morena para impugnar la elección, cuando al primero que tiene que reclamar es al equipo de su candidata y, en segundo lugar, a su aliado que resultó más nocivo que benéfico.
Fiel a su costumbre, Andrés Manuel López Obrador encontró en esto el pretexto ideal para desconocer el resultado, porque calcula que de esa forma podría revertir la tendencia y cerrar la brecha de 168 mil votos que hay entre Delfina y Alfredo Del Mazo.
INTERESES OCULTOS
Al margen de los números y la fallida estrategia de los protagonistas de esta historia, siempre se ha sospechado que los propietarios del PT, encabezados por Alberto Anaya, responden a intereses muy ocultos.
En este proceso electoral, por ejemplo, tanto en el Edomex como en Coahuila, sus candidatos, Óscar González y José Ángel Pérez, declinaron por Morena una semana antes de la elección.
El primero lo hizo con el respaldo de su dirigencia, mientras que en Coahuila su abanderado se fue por la libre, desconoció a sus líderes y declinó por el morenista Armando Guadiana, quién apenas alcanzó un tercer lugar en la elección.
Ahora sólo falta ver cómo le hará este mini partido para levantarse de la estrepitosa caída y más cuando pesa sobre sus dueños la sospecha de que, con sus omisiones, traicionaron a Morena y, por otro lado, incumplieron un acuerdo que habrían hecho con el gobierno federal para restarle votos a la oposición en el Edomex.
También olvidaron que, en 2015, el PRI les ayudó a mantener el registro, a nivel federal, en la elección extraordinaria en Aguascalientes.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro.”
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