La heroica doctora Calaverita

Para Naye Gómez, en su día; por Los Lobos, por los sueños, por todo. ¡Aguas! ¡!Aguas! La palabra resonó una veintena de veces en el infierno asfáltico de Avenida Revolución. ¡Aguas! ¡Aguas! El sol caía como un martillo sobre la Ciudad de México y la Doctora Calaverita venía sobre Revolución en un día malo, cansada y con hambre, cuando vio a un señor y delante un perro que arrastrando una correa azul y coquetona echó a correr en medio de la avenida; esquivó autos como estampida de elefantes y salió debajo de uno, como un Houdini deshuesado. ¡Aguas! ¡Aguas! Montada en su bicicleta, la voz de la doctora Calaverita se alzó entre cláxones y el gruñido amenazante de un camión. Y en la selva que es el ir y venir de autos y motos y tráilers y microbuses de la capital, un milagro urbano sucedió. En una fracción de segundo la doctora Calaverita miró al perro en fuga y atisbó un espacio breve entre la banqueta y un camión a su lado. Dudó y ante la duda recurrió a la voz de alarma de un mexicano en caso de peligro. ¡Aguas! ¡!Aguas! El chofer del microbús la escuchó y frenó, y por un hueco entre el metal y el asfalto la doctora Calaverita pasó como una sombra y emprendió la persecución del perro enano que corría como galgo sin zanahoria. La doctora Calaverita empezó a andar en bicicleta antes de dar sus primeros pasos en una casa de la Colonia del Valle, hace 32 años. Cuando era niña se montaba en ella y se iba al parque. Pasaron los años, cambió de rutina- y de llantas–, comenzó la carrera de odontología en la UNAM y a los 19 decidió ser rescatista de la Cruz Roja. Un día formó parte de un escuadrón que salvó a una chica cuyo auto cayó del Viaducto. “Tendimos una camilla desde el aire y así la subimos”, recuerda. También ayudó a damnificados y sobrevivientes. “Estoy acostumbrada a la adrenalina”. La doctora Calaverita se graduó en la UNAM y vive en Mixcoac con su esposo, un biólogo especialista en fauna, y un perro al que entrenaron para no escapar. La bici es su principal transporte y una espontánea misión ciudadana: toma fotos y graba videos de vehículos sin placas, baches como cráteres y unidades oficiales estacionadas en avenidas, entre otras tristezas, y las postea en Twitter. Siempre esperó que algo sucediera y nada pasaba. Hasta que el perro escapó y su historia se viralizó. La doctora Calaverita eligió ser la heroína anónima de esta historia. Miles han visto el video del rescate del perrito en Revolución y solo unos cuantos la reconocen por el nombre que lleva en Twitter: calaveritabike. “No me gusta la fama y soy introvertida. Pero esencialmente tiene que ver con que nos hemos vuelto egoístas y lo vemos en la calle. Solo pensamos en nosotros. Yo primero. No me importan los demás”. Dice la doctora Calaverita antes de despedirse y volver a su bicicleta. Columna anterior: Fierros y cañerías: ¿Quiénes espían?