El México contemporáneo no podría explicarse sin los aportes artísticos, económicos, políticos y culturales del movimiento de la diversidad sexual.
El cuestionamiento a la ancestral imposición de la heterosexualidad como forma única de relación sexual entre las personas, es piedra angular en la lucha por revertir el ambiente antidemocrático en el que las poblaciones disidentes han cohabitado a lo largo de los años.
La incipiente apertura democrática iniciada en México a finales del siglo XX, en buena medida fue consecuencia del activismo de la diversidad sexual, un movimiento marginal que demandaba el fin de la persecución social de la que era objeto. El autoritarismo, surgido del régimen postrevolucionario, impidió durante muchos años avanzar hacia la construcción de espacios libres para ejercer la sexualidad.
La insurrección del amor entre disidentes sexuales contribuyó a visibilizar la histórica discriminación de quienes con sus prácticas sexo-afectivas diversas cuestionaban lo establecido desde una visión judeocristiana que imponía un sistema patriarcal sustentado en el machismo, la homofobia y la misoginia.
La construcción de mejores experiencias democráticas desde ámbitos privados como la pareja y la familia, porque lo personal es político, sólo es posible mediante la inclusión y el respeto por las diversas formas de manifestar el amor y los afectos.
La salida del clóset del movimiento de la diversidad sexual en el espacio público ocurrió en 1978 para conmemorar el décimo aniversario del movimiento estudiantil de 1968. Ahí inició la conformación de esfuerzos encaminados a luchar por los derechos políticos, sociales y culturales de las personas no heterosexuales. “Derechos iguales a lesbianas y homosexuales”, era la consigna.
Previo a la XXXIX Marcha del Orgullo LGBTTTI es necesario subrayar la violencia, desigualdad y exclusión de la que aún son víctimas quienes manifiestan una orientación sexual distinta a la de la mayoría.
La impunidad prevaleciente en los más de mil 500 crímenes de odio registrados
de 1995 a la fecha en todo el país, la falta de reconocimiento jurídico de la identidad de las personas transgénero, así como la discriminación en espacios de justicia, educación y salud de personas LGBTTTI, son muestra de los retos a superar para verdaderamente lograr el anhelado Estado de Derecho.
La consolidación democrática en México, a la que ha contribuido el movimiento de la diversidad sexual a través de logros como el matrimonio civil igualitario, sólo será posible cuando cambien los paradigmas en torno a las relaciones sociales y triunfe culturalmente la inclusión de las diferentes formas de amar y expresar la afectividad.
*Antonio Medina Trejo es secretario nacional de Diversidad Sexual del Partido de la Revolución Democrática (PRD).