¿Qué tan lejos está dispuesto a ir el gobierno mexicano para mantener el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN)?
Esa es una pregunta que habría que plantear ante la inminencia de una renegociación que promete ser complicada y en la que hay de entrada presiones considerables.
Y a pesar de lo que digan o de las intenciones de Luis Videgaray, José Antonio Meade o Ildefonso Guajardo, México es vulnerable, muy vulnerable a esas presiones, a comenzar por la evidente determinación de hacer lo posible por mantener el convenio.
Después de todo, el TLCAN es central para la economía mexicana y a reserva de un enorme trabajo aún por iniciarse, lo será por el futuro previsible.
El gobierno mexicano aceptó la renegociación del TLCAN porque no tenía alternativa, excepto tal vez aceptar el retiro unilateral de Estados Unidos.
El presidente Donald Trump "no ha hecho un secreto de su antipatía hacia los acuerdos comerciales multilaterales y sus amenazas de modificar fuertemente el TLCAN, o abandonarlo, se convirtieron en un tema central de su campaña", recordó la empresa de análisis Stratfor.
Y ante ello desarrolló una importante campaña de relaciones públicas, si pudiera definirse de esa forma, para que los inversionistas estadounidenses en México hicieran presión en el gobierno de Trump.
Fue entonces cuando comenzaron a aparecer los señalamientos sobre las negativas consecuencias para Estados Unidos de una ruptura del TLCAN.
Fue también cuando se señaló la disposición mexicana a poner otros temas sobre la mesa, incluso la colaboración sobre cuestiones de seguridad, que alcanzó nuevos perfiles en los últimos meses y ha sido señalada por funcionarios de EU.
Y ciertamente, como ocurre cada tanto tiempo, funcionarios mexicanos comenzaron a ver hacia otras partes del mundo. Pero si bien es algo deseable, es mas fácil decirlo que hacerlo y cualesquier avance en esos terrenos tomará años. Pero hay que empezar.
Por lo pronto la realidad es que el gobierno mexicano debe encarar una renegociación en la que tiene una enorme apuesta. Pese a todos los defectos que tiene -los reales y los imaginarios-, el TLCAN es también el centro de su estrategia de desarrollo.
En ese marco EU comenzó a negociar hace ya rato. Las mismas afirmaciones de Trump sobre sus intenciones de abandonar el acuerdo son parte de ese juego: es una forma brutal, transparente de presión. Y eficiente.
La declaración del Secretario de Comercio Wilbur Ross, sobre la prolongación de las negociaciones hasta 2018 añaden presión a los negociadores mexicanos: a ninguno de ellos -presidenciable o no- le gustaría llegar a las elecciones presidenciales en medio de tales contactos.
De acuerdo con Stratfor hay la percepción de que en orden de salvaguardar sus intereses en el TLCAN, México ha mantenido una política de salarios bajos y de laxitud de leyes laborales, una formulación que EU critica, pero encuentra conveniente.
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