Van dos años desde que Donald Trump anunció su candidatura y nunca, nadie había dominado la escena pública como él.
Cierto. Su persona pública es frecuentemente mentirosa, negativa y despreciable, pero el hecho es que en los últimos 730 días no ha habido forma de evitar poner a Trump y sus andanzas en primera página o en un lugar destacado de la escala noticiosa.
Trump se adueñó literalmente del ciclo noticioso, en Estados Unidos y el mundo y hasta ahora no parece haber forma de escapar a sus ires y venires.
La fórmula del mandatario es una que le sirvió desde que comenzó a buscar hacerse famoso a como diera lugar. Por un lado, en los ochentas se puso literalmente a disposición de los medios: noticieros de radio, programas de televisión, películas baratas; pagó por libros biográficos que resaltaban sus capacidades empresariales y abrió el camino que luego cambiaría, con mas desvergüenza pero menos audacia, buscadores de fama como Paris Hilton o las Kardashian.
Trump entendió bien la nueva era de los medios sociales. No sólo expuso al público partes de su vida privada sino que aprovechó la fama ganada para hacerse ver como un empresario de enorme éxito, algo que algunos consideran cuestionable dado el número de aventuras fallidas. Pero también logró hacerse de una reputación de "playboy", de hacer de su nombre un sinónimo de lujo y en el camino acumuló dinero en base a procedimientos frecuentemente tramposos -como retrasar pagos a proveedores-.
Trump se adueño de las redes sociales. Por designio o por accidente encontró una audiencia que probó ser receptiva a sus mensaje antisistémico, nacionalista, indiscretamente racista y xenofóbico.
Cómo llegó a hacerse un favorito de la derecha religiosa sería motivo para un libro. Pero el hecho es que los conservadores evangélicos, creyentes en la santidad de la vida y del matrimonio, decidieron creer lo que Trump les ofreció.
Pueden hacerse muchas especulaciones en torno a Trump y las razones de su victoria; puede también construirse un trabajo de ciencia política y tal vez de sociosicología en torno a lo que ella representa, incluso la nostalgia por un tiempo que nunca ocurrió excepto en recuerdos idealizados.
El hecho es que con su triunfo puso a los medios informativos tradicionales en un brete. Adversariales y críticos, probaron ser enemigos a modo para ser usados como chivos expiatorios mientras eran compelidos por los ratings a airear los discursos de Trump en vivo.
Ahora, están dedicados en buena parte a probar día a día que el presidente de los Estados Unidos miente y aunque tengan razón parecen condenados como Sísifo a empujar esa piedra en una interminable cuesta arriba.
Y Trump sigue en primera página o en sitio privilegiado de los noticieros y las páginas web o las redes sociales. Día tras día por los dos últimos años…