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La muerte de un dinosaurio

OPINIÓN

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Hace tres años, si uno caminaba por avenida Puente de Alvarado de la colonia Buenavista, en el número 53 aparecía una casona de estilo colonial, pintada de un rojo chillante. Y si el viandante era curioso y asomaba la nariz, percibía un tenue olor a humedad, un ambiente frío y poco movimiento de personas.   Hoy, lo único que ha cambiado de ese inmueble es el color de su fachada. Ahora es blanca tirándole a gris claro y, si no fuera porque en la azotea se asoma un anuncio con el logo del PRI, nadie sabría que son oficinas de un partido.   Se trata de la sede del PRI en la CDMX, un instituto político que al igual que la vieja casona, luce prácticamente vacío, sin movimiento y con un tufo a viejo.   Es un PRI que no ha logrado levantarse de la derrota de 1997, cuando el PRD, cohesionado y potente, con el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas le pasó por encima desapareciendo 70 años de su hegemonía en la capital.   Actualmente, el tricolor es la cuarta fuerza política, después de Morena, PRD y PAN. Cuenta con ocho diputaciones locales y tres delegaciones (Milpa Alta, Cuajimalpa y Magdalena Contreras).   Y de cara a la elección del 2018, la cosa pinta exactamente igual que hace 20 años. Prominentes militantes y ex dirigentes del tricolor no auguran nada bueno para su partido, porque carecen de proyecto político y de liderazgos.   Por más esfuerzos que ha hecho, su dirigente, Mariana Moguel, no ha podido cohesionar a las corrientes que, como la de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, tienen bajo control lo poco que queda de este partido.   La cosa está tan delicada que en varias ocasiones Moguel Robles, hija de la titular de la Sedatu, Rosario Robles, ha presentado su renuncia, pero no se la han aceptado y le han pedido que espere a su relevo.   EN BUSCA DEL SALVADOR Desde hace unos meses iniciaron una búsqueda para ver quién podría entrarle al quite, pero Enrique Ochoa no ha corrido con suerte.   Le ofreció el cargo a Enrique Jackson, político experimentado y conocedor del tricolor, pero declinó la invitación porque se la hicieron justo en el momento en que estalló el escándalo por la detención de Javier Duarte y no quería que su nombre cobrara relevancia porque fue asesor del ex mandatario veracruzano.   La oferta llegó también al queretano Enrique Burgos, por el papel que jugó como diputado constituyente, pero también declinó y prefirió mantenerse como senador.   Por el momento no se tienen más indicios de quién podría tomar las riendas de este partido.   De lo que están ciertos algunos priistas, es que desde el gobierno federal designaron como responsable político del tricolor en el DF al secretario de Educación, Aurelio Nuño, y nadie conoce si tiene, tuvo o tendrá una estrategia.   Lo único que saben es que el tiempo apremia, que la oposición se mueve y que su partido está más muerto que nunca en la CDMX.   *** Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Es más duro asumir la muerte que padecerla.”   Columna anterior: Otra batalla perdida para la profesora