El viernes debió ser un día complejo para muchas empresas minoristas en el país. Decenas de llamadas debieron cruzarse entre miembros de consejos de administración de firmas como Soriana, Liverpool, El Palacio de Hierro, Chedraui, Walmart de México y Centroamérica. La conversación típica iniciaría con un tono de sorpresa: “¿Ya viste?”; y del otro lado de la bocina, con carraspera, se escucharía: “sí, me acabo de enterar”.
El viernes la empresa estadounidense de comercio al detalle en línea, Amazon, anunció la adquisición de la cadena de tiendas de autoservicio Whole Foods por Dlls. $ 13 mil 700 millones. ¿Qué significa esto? Que la mayor empresa de comercio por internet se embolsará a la empresa más icónica de supermercados con alto posicionamiento en productos orgánicos, naturales y para una nueva generación de consumidores preocupados por el ambiente.
Es una bomba. El paso que da Jeff Bezos es una señal clara a todo el mundo. Este podría ser el inicio de la reversa para las empresas que invirtieron millones en instalaciones físicas y en tiendas situadas en los lugares más céntricos y caros del mundo. Si en el futuro compraremos el 80 por ciento de nuestros productos cotidianos —ropa, alimentos, bebidas— por internet, ¿para qué necesitaremos los centros comerciales? Y si ese futuro efectivamente se convierte en realidad, ¿cómo cambian las premisas de valuación para el modelo de negocios tradicional, donde los bienes raíces eran el ancla sobre la que descansaba toda la estrategia?
El gran reto de Amazon adquiriendo un supermercado tan emblemático es trasladar la experiencia de compra que la gente gustaba tener en el autoservicio y llevarla al mundo virtual. ¿Que no es posible esto? ¡Vaya que es posible! La realidad virtual, la realidad aumentada, y los hologramas están a la vuelta de la esquina. En unos años nuestro celular o tableta proyectarán productos como si fueran una pequeña maqueta, sobre la pantalla y tridimensionalmente. Eso nos permitirá ver el producto como si estuviéramos frente a él en el anaquel. Pero el anaquel, la tienda, y los pasillos refrigerados… serán innecesarios.
Por eso creo que el viernes debieron llamar intensamente los teléfonos de Francisco Martín Bringas, Max David, Alberto Baillères, Alfredo Chedraui… para convocar a una junta de urgencia y revisar la implicación, alcance y profundidad que tendrá la tecnología en sus fundamentos. “¿Debemos continuar proyectando la apertura de tiendas?; o ¿Y si mejor volcamos toda esa inversión en un gran equipo tecnológico que pueda emular en línea nuestra experiencia de décadas?”, serían las preguntas pertinentes.
No hay industria que la digitalización no toque. Ni una sola. Pero la diferencia entre lo que vemos en el mundo desarrollado y México está solo en la velocidad de respuesta.
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