Hay dos razones que se difuminan en la tragedia de Allende, Coahuila, ocurrida el 14 de febrero de 2011, en la que se calcula que pudo haber hasta 300 muertos cosidos a balazos por las calles o quemados vivos en la bodega de un rancho, y que bien ha documentado la periodista Ginger Thomson en el reciente estudio “Anatomía de una Masacre”, patrocinado por National Geographic.
Se trata de la determinación de un agente de la Administración para el Control de Drogas (DEA) y un fiscal federal en EstadosUnidos, ambos de origen mexicano, para poner fin al reinado de los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño (alias Z40 y Z42), que convirtieron a Allende, un municipio de 23 mil habitantes, a 40 minutos de Texas, en escondrijo y centro de operaciones ilícitas demillones de dólares de Los Zetas.
Los funcionarios describieron a Thomson la impotencia de ver convertido al norte de México, al terruño de sus padres y sus abuelos,en un torbellino de impunidad, dolor y rabia que sustentó en parte la creación del operativo “Too legit to quit” (demasiado legítimo para rendirse) que se manchó por la masacre, aunque finalmente llevó a la captura de los Treviño.
Así lo describió el fiscal federal Ernest González: “Era importante por mi origen, por mi herencia personal y por el conocimiento delo que Los Zetas le estaban haciendo a México. Yo pasaba los veranos con mis abuelos allá. Tenían granjas y ranchos. Disfruté mi juventud en México y esa organización estaba destruyendo todo eso con su avaricia”.
Richard Martínez, de origen regiomontano, fue menos explícito que González sobre sus causas para involucrarse, pero el portavoz dela DEA, Russ Baer, dijo que escuchó cuando el agente habló al respecto “casi desgarrándose” porque estaba involucradoemocionalmente en lo que ocurrió tras sus investigaciones.
Martínez logró, tras una redada en Dallas, que un traficante detenido, muy cercano a los Treviño, le proporcionara los números telefónicos de los líderes zetas y se los entregó a sus superiores. A su vez, éstos los compartieron con personal de la Policía Federalen la cual tenían confianza (la Unidad de Operaciones Sensibles).
González recordó: “Richard me llamó y dijo que teníamos los números, pero que habían sido enviados a México. Exclamé: ‘¿Qué?.’… Sabía bien que había problemas de discreción en México. Cuando en ocasiones anteriores se había pasado información,siempre parecía que algo iba a suceder”.
Y así fue. Una vez que los datos llegaron a México, se filtró el pitazo al cártel y la furia de Los Zetas cayó contra la población deAllende sin que interviniera ninguna autoridad.
“Obviamente me siento destrozado”, dijo González casi seis años después, aunque todavía con la ilusión de cooperar para que un díaMéxico acabe con el poder paralelo de la delincuencia. Martínez tiene menos esperanzas por un cáncer de colon que no ha respondido al tratamiento y por la lenta transformación del país de sus padres.