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Alejandro Poiré: De la admiración a Macron, o la ilusión como evasión

En este conmovedor anhelo por un paladín global que nos defienda, olvidamos y evadimos nuestra responsabilidad y oportunidad en el ámbito global.

OPINIÓN

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Nos impresiona y conmueve la audacia de Macron al plantarse frente a Trump y convocarnos a que “hagamos al mundo grande otra vez”. Nos enteramos además de que ha invitado a investigadores de los Estados Unidos a seguir impulsando la agenda de sustentabilidad desde Francia. Vemos con emoción su apretón de manos firme y duradero con el presidente de nuestro vecino. Y en este conmovedor anhelo por un paladín global que nos defienda, no solamente ignoramos lo infantil e insustancioso que resulta Macron (punto que hace muy claro Jaina Pereira, Excélsior, 4 de junio 2017), sino que olvidamos y evadimos nuestra responsabilidad y oportunidad en el ámbito global. No se trata de pedirle al Presidente Peña Nieto un lance que nunca estaría dispuesto a hacer. Ni a sumarse simplemente a la ola global de #NeverTrump-istas que abundan. Lo que se requiere es quizás más sencillo, y a la vez más importante. Supongo que para estudiantes doctorales y profesores jóvenes de muchas nacionalidades que hoy residen en centros de frontera del conocimiento como Silicon Valley, Cambridge, Pittsburgh, etc., la expectativa de convertirse en residentes estadounidenses y fincar ahí sus vidas ha cambiado sustancialmente. A eso apuesta en alguna medida el por lo demás frívolo mensaje de Macron. La situación es distinta no solamente para los mexicanos y latinos o musulmanes, blancos favoritos de las amenazas de Trump, sino para miles de jóvenes de la élite intelectual global -la que transformará nuestras vidas con nueva tecnología y nuevas reglas para conducirla- que hasta hace poco veían en los Estados Unidos una tierra de vastos recursos para la investigación asentada en sociedades cada vez más pluralistas; un nuevo mundo basado en la celebración de las diferencias y el conocimiento como piezas angulares de un desarrollo económico, tecnológico, y de sustentabilidad sin límites. Y siendo francos, ¿no pudiera, no debiera ser esa la aspiración de una decena de nuestras ciudades hoy en día? La batalla por la atracción de talento global hoy ofrece una oportunidad incomparable. Se trata de imaginar que México puede proveer al mundo, al menos a nuestra región, la expectativa de una sociedad abierta, productiva y creativa que el presidente estadounidense se empeña en destruir al norte del Río Bravo. No se trata, ni de lejos, de empezar de cero. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte abrió la puerta a una nueva región global que hoy es plataforma para ello. Partimos, para convertir a México en el nuevo corazón mundial de las libertades y la prosperidad, con la enorme vinculación y cercanía de las sociedades, familias, empresas e ideas de América del Norte. Y con la lucha de generaciones enteras por la ampliación de libertades en nuestro país. Es indispensable que nos imaginemos esta posibilidad desde una situación como la nuestra, plagada de retos y desafíos. El futuro no puede pertenecer solamente a quienes ya han hecho toda la tarea. Es precisamente porque nos falta mucho por hacer, pero al tiempo llevamos décadas trabajando, que podemos, debemos hoy aspirar al liderazgo global del conocimiento y la libertad desde nuestro país. La tarea es mucha, pero es pertinente ponerle horizonte; hay miles de jóvenes de todo el mundo con quienes podríamos contar para lograrla. *Alejandro Poiré es Decano de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey @AlejandroPoire