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Un puente para el PRI

A De la Madrid lo ven como un puente con el PAN para extender el proyecto neoliberal que empezó en el 88.

OPINIÓN

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En Los Pinos, hace unos días la instrucción del presidente Enrique Peña fue precisa: Necesitamos –dijo tras leer un informe privado– que los gobernadores se empiecen a encartar como aspirantes a la candidatura del PRI en 2018. El informe daba cuenta de las actividades del secretario de Turismo Enrique De la Madrid, la más reciente novedad –declamaría un vendedor ambulante en el metro– que le maneja el PRI rumbo a la elección de su candidato, un proceso que coquetea con la fiesta de quince años de Ruby, de tantos anotados en la lista. La relación de aspirantes del PRI es directamente anti proporcional a la salud del gobierno y del partido: cinco secretarios de Estado (Gobernación, Turismo, Hacienda, de Relaciones Exteriores, Salud y Educación). A ellos habría que sumar a Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán que ha ventilado su intención de pelear la nominación; a los gobernadores Eruviel Ávila, del Estado de México, y de Jalisco, Aristóteles Sandoval, pese a que han entregado cuentas negras en el tema vital de seguridad; y hasta al ex secretario de Hacienda José Ángel Gurría, a quien algunos priístas ven más como un puente –lo mismo que a De la Madrid– que como una posibilidad de retener la presidencia. ¿Por qué tantos priistas enlistados para 2018? La caballada no parece nutrida, sino inflada. Pero esto no parece ser una casualidad. La lógica en Los Pinos es que mientras más aspirantes existan en la lista –en la pasarela, en la radio, en la tele, en los diarios– será mejor. De acuerdo con Peña, cuantos más priístas haya en la pelea, más serán los distractores para los partidos de oposición y sus dirigentes y precandidatos, rumbo al 2018. Enrique De la Madrid no solo está apuntado, sino metido de lleno en un plan: contrató a una consultoría de imagen y comunicación política y está decidido a pelear la candidatura, abrazado por uno de los sectores más influyentes en el gobierno peñista. A De la Madrid no lo ven mal el presidente ni su equipo en Los Pinos: es hijo de Miguel de la Madrid –un ex presidente gris, sin máculas graves de corrupción y al final enfrentado con Salinas–; es articulado, no tiene el discurso cancino y anquilosado típico del PRI, y es un político joven a diferencia de otros aspirantes como Narro y Gurría. Pero la principal virtud de De la Madrid es contar con el respaldo del gran coto de poder Itamita en el gobierno, de manera particular de Videgaray y Meade. El principal argumento a favor de De la Madrid es que a diferencia de Meade y Videgaray no es un peñista, ni tiene los negativos de ambos. No lo ven como un candidato ganador, pero sí como un puente que a los priistas les resulta vital para sobrevivir después del 2018. Un puente con el PAN que haga posible extender el proyecto neoliberal impulsado por ambos partidos desde 1988, en el gobierno de Carlos Salinas, miembro distinguido de la tecnocracia que comenzó a despuntar en el gobierno de Miguel De la Madrid. Columna anterior: Ruptura hormiga del orden institucional