Me reuní el jueves con un portfolio manager de uno de los bancos globales más importantes del mundo. Vino de Londres. No puedo revelar su nombre ni la organización en la que trabaja, pero su institución rebasa los 180 mil empleados en todo el planeta y tiene ingresos por 40 mil millones de euros. Este banquero viajó a México para reunirse con Hacienda y con los principales bancos del país. Su trabajo es comprar deuda soberana en países emergentes. México es muy apetecible en este momento.
Dos conclusiones emergieron de esa reunión. La primera es que, en este mayo, después de los primeros cien días del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, el mercado se tornó bullish sobre México. Esto significa que ha iniciado una etapa de buen ánimo que podría convertirse en euforia gracias al buen manejo de la macroeconomía mexicana, a la disminución de los riesgos asociados al déficit público, y a la percepción de que el TLCAN sí será actualizado.
La otra conclusión tiene que ver con Andrés Manuel López Obrador (AMLO): en Londres no lo ven tan mal como se pensaba, y la percepción que se está configurando de él en los círculos financieros internacionales es que se trata de un político pragmático. Esta percepción dicta que no es radical, no es anti-negocios, y ha dejado detrás sus discursos contra la globalización. El banquero de la City afirmó que el mercado todavía no ha incorporado a los precios de los activos mexicanos esta nueva realidad discursiva de AMLO. Durante su viaje a México, este individuo escuchó en innumerables ocasiones que Andrés Manuel está construyendo puentes con el sistema empresarial mexicano y que, como político, hará todo lo que esté a su alcance para congraciarse con las audiencias que están a favor de los negocios.
Pero hay un riesgo, aseveró: la reforma energética. El portfolio manager se dijo sorprendido de la profundidad que está teniendo la asignación de contratos y licitaciones tanto en Pemex como en la CFE y dijo que no ha visto algo tan robusto en otros países emergentes, por lo que un personaje como AMLO —que ha dicho que repondrá los procesos de licitación— sí podría constituir un gran riesgo a ese respecto. Si AMLO revierte la reforma energética, entonces sí habría un gran problema.
Hablamos también del nivel de crédito, que aún no llega al famoso umbral de 40 por ciento como proporción del PIB. Esto abre una oportunidad enorme para los bancos y para que se potencie el crecimiento económico durante los siguientes años.
En resumen: (1) el mundo financiero global observa con muy buenos ojos el desempeño actual de la economía mexicana; (2) el riesgo de que AMLO gobierne no es tan elevado —no lo conocen bien—; y (3) hay que vigilar su discurso sobre la reforma energética.
La seducción de AMLO al mundo empresarial continúa. ¡Uff!
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