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Delfina y Del Mazo

OPINIÓN

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El duelo Delfina Gómez vs Alfredo del Mazo no es una elección: es una guerra. El gobierno del Estado de México es un símbolo –el más importante abastecedor de electores del país y un presupuesto de 260 mil millones de pesos en año electoral–. El trofeo es la Presidencia en 2018. Delfina y Del Mazo son los protagonistas, pero detrás de ambos asoma la definición política más grave del último cuarto de siglo: la sobrevivencia o la muerte del neoliberalismo Salinista que cantaba: ¡”Solidaridad, venceremos!” Los mítines de Delfina y Del Mazo nos recuerdan que desde que unos campesinos gritaron “¡Viva Juan González! en un acto del profe Carlos Hank –y desde antes– la política ha lucrado con la miseria; la diferencia es que los habitantes del último cuarto de este país –los más pobres y agraviados– hace rato que son más, y están gritándonos que no pueden más. Delfina Gómez, una maestra de 54 años que vive con sus perros y gatos adoptados, es la réplica de un terremoto global anti sistema: mayorías significativas y traicionadas por un largo tiempo, hordas de ciudadanos echando a patadas a la clase política tradicional. La lucha entre Delfina y del Mazo –los feminicidios, las secretarias y los obreros asaltados una y otra vez– sintetiza un péndulo de pesadilla: de la proclama Salinista de que éramos parte del primer mundo hace veintitrés años, a un infierno de 300 mil muertos, miles de desaparecidos y varios cientos de activistas, indígenas y periodistas asesinados. La elección de Delfina significaría una interrogación abierta. ¿Cómo gobernará una señora como cualquiera, sin experiencia ni equipo suficiente para gobernar un monstruo? ¿Basta con no robar, como dice López Obrador, en un estado asfixiado por la delincuencia y acechado por el narco? ¿Sería suficiente el Consejo de Notables que ha propuesto El Peje? La elección de Del Mazo representaría prolongar el poder de una familia política que ha gobernado de manera repetida sin resultados, y un tanque de oxígeno para el PRI en el Estado de México, una de las clases políticas más corruptas y rupestres del país. El duelo Delfina vs Del Mazo puede representar el final de un sueño agonizante llamado Chalco-Solidaridad como símbolo del Salinismo, y el despegue de un enigmático Lópezobradorismo –¿cómo será la mutación de un opositor descarnado en líder de un país?– hacia Los Pinos, sin semáforos en rojo –salvo esos momentos inevitables en el que Andrés Manuel volverá a ser el peor enemigo de sí mismo–. La guerra entre Delfina y Del Mazo es la confirmación de que López Obrador ha construido un movimiento de dimensiones inimaginables sobre las espaldas de unas comunidades empobrecidas y lastimadas que, como en todo el país, se heredaron unos a otros los gobiernos fallidos del régimen priísta.