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De la agenda urbana azul para Centroamérica y el Caribe

OPINIÓN

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Es una mala noticia para las costas de Centroamérica y el Caribe el que no se logrará un avance en las negociaciones de Cambio Climático en este mes. No sólo eso, sino la posibilidad de que se retorne a estados de negociación que se daban por evitados. La elevación del nivel del mar ya está causando estragos para las poblaciones de los países, ciudades y comunidades ribereñas. El tiempo de adaptación previsible no alcanza al ritmo del cambio climático, se informa desde los foros de Naciones Unidas. Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo ha alertado en el mes de mayo de este año, que 4.2 millones de personas están en riesgo por ese cambio en las ciudades del Caribe y el Pacífico en el estudio "Una agenda urbana azul". El BID reporta que uno de cada cinco habitantes del Pacífico y el Caribe habitan lugares con menos de 10 metros sobre el nivel del mar. Esa es una de las razones por las que la organización regional de la comunidades y redes de los países costeros es tan importante en temas como la habitabilidad, la nueva infraestructura y los modelos de desarrollo en un espacio geográfico en el que la interdependencia es un rasgo originario. Y sí, es de reconocer que los esfuerzos ante emergencias ante las otras manifestaciones de las alteraciones climáticas que tienen rasgos de crisis han sido grandes y están dando resultados. Así es como la región ha colaborado con apoyos externos en salir de las crisis de los huracanes, tormentas e inundaciones. En tono con la dinámica global y con encuentros que se realizan en otros territorios, la región comparte al menos tres temas comunes, como ocurrió en la reunión del Grupo de los 7, G-7, en Italia para los que son vitales la resistencia y la resiliencia. Cambio climático, comercio y movilidad humana son procesos que no se pueden separar unos de otros en los procesos políticos internacionales con retos de alta dificultad, con los disensos, contradicciones y complejidades con nuevas tendencias, realidades y las preocupaciones locales, particularmente en lugares de creciente urbanización. Lo clave es como vincular el desarrollo con los océanos con integralidad y para la gobernanza en la sustentabilidad. Es decir, la actividad marítima y las actividades ribereñas con la alimentación, educación, agricultura, industria, servicios, turismo, pesca, biodiversidad, capacidades digitales, gasto público, sistemas de bienestar y calidad de vida. El espacio está abierto para vincular las agendas de diálogo y comunicación. La diplomacia regional de estos días incluye la realización de la próxima reunión del mecanismo de integración centroamericana, SIECA y de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, OEA. Antes y después ya es intensa la actividad bilateral al interior de la región y entre esos encuentros se incluye la visita del presidente de México a Guatemala. A una comunidad de poblaciones que dependen del océano los progresos o los atrasos políticos y sociales del campo diplomático sí les son vitales. Eso incluye los modelos de decisión que se escojan por parte de las administraciones públicas y parlamentos de la región al interior de cada país en estos temas en ese cambiante entorno. Pero también en las interacciones que ocurren a diferentes niveles entre las administraciones públicas, los parlamentos y las autoridades locales, quienes tienen que enfrentar el efecto de las decisiones ante sus poblaciones y la opinión pública en general.