Es la diputada Eva Cadena, pero la imagen es un retrato de familia: aquí y allá –nos grita– hay un político mexicano recibiendo dinero.
En su diccionario filosófico, Fernando Savater escribe que en toda época los comentarios sobre el dinero constatan el aumento de su influencia sobre conductas y conciencias.
En México el dinero que viaja de manera clandestina de unas manos a otras ha crecido como un mar abierto sin fronteras: infinito, incalculable, inimaginable. La influencia del dinero se acentuó en el gobierno de Alemán, que selló el maridaje metálico entre la política y el empresariado; lo constatamos en el 94, cuando Salinas pidió a distintos empresarios 25 millones de dólares para respaldar la campaña de su candidato a la presidencia, y lo resintieron nuestros hígados antes y después cuando observamos fotografías de políticos manipulando ligas y bolsas que sirven como muros para evitar que miles de billetes se les salgan de madre.
De dinero y su influencia en conductas y conciencias está pavimentada la realidad mexicana: “Al final la Cámara Nacional de Aerotransportes pudo suavizar la iniciativa, pero aún así las aerolíneas deberán compensar a los pasajeros cuando haya retrasos de una a cuatro horas”, escribió ayer Alberto Aguilar en su columna Nombres, nombres y nombres, sobre una reforma aprobada por los diputados para sancionar a estas empresas y fortalecer los derechos de los usuarios, una iniciativa que la mayoría priísta retiró ¿casualmente? en tres ocasiones de la agenda, cuando parecía lista para aprobarse.
En jerga mexicana del siglo XXI, suavizar es un eufemismo de corromper, aceitar, caerse con la lana. En San Lázaro un diputado me contó que FEMSA, el gigante que concentra Coca Cola, Estrella Azul y Oxxo entre otras marcas, no llega a la Cámara de Diputados cada año con una bolsa menor a 50 millones de pesos que son repartidos como dulces entre los legisladores para proteger los intereses de la empresa, y no los intereses de los mexicanos.
La imagen de la diputada Cadena recibiendo medio millón de pesos es un grito a hacer a un lado el cinismo y el utilitarismo político para admitir que vamos décadas contra reloj, y que como un virus letal la corrupción ha socavado a todos los gobiernos y todos los partidos, sin excepciones. Hoy podrían morirse todos los políticos que han recibido dinero sucio y mañana, como en el narco, surgirían nuevas cabezas para hacerse cargo de la plaza.
Porque eso es hoy la política mexicana: un gran negocio (sin cadenas) peleando contra una ley anticorrupción a medias y un fiscal ausente.