You must remember this: a kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh. The fundamental things apply as time goes by… La voz de Dooley Wilson nos trae invariablemente a la cabeza que siempre tendremos París, pero también que un suceso en la vida de las personas no tiene que definirlos irremisiblemente. Un ejemplo más contemporáneo es el que nos da Zinedine Zidane.
Por: Gustavo Meouchi
Desde sus inicios como futbolista sus entrenadores se sorprendieron con su increíble habilidad y exquisita técnica. Procedente del Cannes, club que lo debutó en la Ligue 1 a los 17 años, en el Bourdeaux se dio a conocer en el resto de Europa. 1996 lo inicia en la Juventus de Turín, y junto a grandes compañeros como Alessandro Del Piero, Edgar Davids y Didier Deschamps, obtiene diversos campeonatos nacionales e internacionales: 2 Scudettos (1996-97 y 1997-98), una supercopa de Europa y la copa Intercontinental (ambas en 1996), la supercopa de Italia (1997) y la Copa Intertoto (1999). Solo le faltó ganar la Copa de Campeones, aunque jugó dos finales, las cuales perdió, ante el Borussia Dortmund y el Real Madrid.
En esos años ya participaba en su Selección Nacional, con la que conquistaría la Copa del Mundo en 1998, y la Eurocopa en 2000. Sus goles en la final contra Brasil en el 98, significaron la tranquilidad para la selección francesa, que al final se impondría con un 3-1.
A mediados de 2001 llega al club que lo consagraría como jugador, estrella y galáctico. Acompañado de extraordinarios jugadores como Roberto Carlos, Luis Figo, Raúl González, Ronaldo Nazario, Zidane consiguió la tan ansiada novena copa de campeones de Europa, anotando en la final uno de los más bellos goles que se recuerden. Después de una jugada por la banda entre el argentino Solari y el brasileño Roberto Carlos, este último envía un centro muy alto, mientras Zizou observa el balón y con un movimiento tan técnico como estético, prende una bolea con su pierna izquierda y el balón viaja al ángulo del portero alemán, quien solo lo observa entrar a su portería. Una obra de arte que nos quedará para siempre en la memoria.
Pero su despedida como jugador no contó con la luz que él mismo había dado a este deporte. Después de haber jugado un maravilloso mundial en 2006, llega a la final contra la sorprendente Italia, solo para recibir un durísimo golpe. En ese partido tan esperado, Zizou anota el gol con el que Francia se va arriba en el marcador: un penalti ejecutado con maestría y frialdad a la “Panenka”, que pega en el travesaño y milagrosamente entra a la portería de Buffon; todo estaba listo para una despedida de ensueño. Minutos después todo cambia, Zidane tuvo un altercado con el defensa italiano Materazzi, que finalizaría con un cabezazo del francés al plexo solar del italiano, provocando su expulsión y dejando a Francia indefensa ante la inminente prórroga.
La imagen de Zidane dando la espalda al terreno de juego es recordada incluso por aquellos que solo ven el futbol en los mundiales. En una época donde los memes ni siquiera se concebían, el imborrable testarazzio dio la vuelta al mundo y se convirtió en referencia obligada y terrible de la hora más obscura de un jugador que en un segundo pareció perderlo todo. La derrota de Francia en penales solo profundizaría la pena de Zidane, el equipo y de un gran número de aficionados que no podían asimilar lo sucedido.
¿Ese era el fin? ¿Un minuto ensombrecería para siempre una vida de trabajo y genialidad? Durante mucho tiempo pareció que así sería, pero algunos años después el Real Madrid, a través de su presidente, invita a Zizou a participar en distintas labores dentro del Club. El exjugador guía al Real Madrid Castilla de la Segunda División y posteriormente colabora como segundo entrenador del equipo titular al lado de Carlo Ancelotti. Al tiempo, comienza a dirigir al primer equipo, ganando inmediatamente y “como por arte de magia” la undécima Copa de Campeones.
Este año y después de una carrera muy cerrada con el Barcelona de Luis Enrique, logra ganar la Liga de España, título que se le había negado al Real Madrid por varios años. Además de ese triunfo, Zizou tiene a su equipo a un solo partido de ganar por duodécima ocasión la UEFA Champions League y nada menos que contra la Juventus de Turín. Estamos a pocas horas de conocer el desenlace de esta nueva historia, pero mientras tanto concentrémonos un instante en reconocer que, como Zidane lo está probando, el presente es el tiempo más poderoso, ya que en todo momento se puede iniciar de nuevo un capítulo, un nuevo acto. La magia no es un instante, es éste instante.
Zidane, un mago
La imagen de Zidane dando la espalda al terreno de juego es recordada incluso por aquellos que solo ven el futbol en los mundiales