A todos nos alcanza el momento ineludible de enfrentar decisiones de vida. Hemingway eligió las letras y no las armas y Muhammad Ali prefirió la cárcel a matar vietnamitas en la guerra. En un momento crítico de país, cuando lo menos deseable es que un pedazo más de la casa se venga abajo, la hora de Lorenzo Córdova ha llegado.
Las decisiones torales devienen de una epifanía o como en el caso de Córdova involucran definiciones trascendentales, que deberá dirimir ante el mayor desafío de sus 45 años: las elecciones en el Estado de México.
Córdova deseó ser presidente del instituto rector de las elecciones desde finales de los noventa. Tenía veinticinco años cuando llegó al recién inaugurado IFE y decidió abrazar el derecho electoral alentado por dos hombres de importancia capital en su vida: su padre Arnaldo Córdova, uno de los ideólogos y estudiosos más prominentes de la ciencia política, y José Woldenberg, su maestro.
Ellos dos y su madre, la académica Anna Paola Vianello Tessarotto, filóloga clásica, fueron influencias determinantes en su formación intelectual. Conceptos como justicia, derechos humanos, partido de Estado y corrupción solían dominar los debates familiares.
En esa atmósfera se tituló en Derecho por la UNAM y obtuvo un doctorado en Teoría Política por la Universidad de Turín. Es autor y coautor de diez libros que analizan trampas y prácticas ilegales, como “Elecciones, dinero y corrupción”, y “Pemexgate y Amigos de Fox”.
La elección del Estado de México es la que más competencia, expectativas y alarmas ha despertado en los últimos años: es la casa del grupo Atlacomulco y del presidente Peña; es un ensayo de la elección de 2018 y en menos de dos meses ha levantado una tolvanera de denuncias sobre el uso político del presupuesto en favor del candidato del PRI, una estrategia que, de confirmarse, podría ser bautizada como “Operación Los Pinos”.
Para encarar el desafío más importante de su carrera Lorenzo Córdova lleva sobre los hombros el peso de dos extraordinarios referentes intelectuales y éticos: su padre Arnaldo y su maestro Woldenberg.
Pero no todo depende de él. En la elección del Estado de México entrará en juego la reforma de 2014, que por primera sanciona como determinante el papel del dinero, y el responsable de vigilar esto no es el INE, sino la Fepade, que parece disfrutar de unas largas vacaciones, y la Auditoría Superior de la Federación cuyas denuncias de corrupción –resolló su titular–, se pierden en el vacío ante la inacción de las instituciones.
Una elección sucia sentaría un negro precedente sobre la elección de 2018 ¿Cómo se le podría restituir al INE la confianza y el reconocimiento cruciales para que el próximo Presidente tenga legitimidad y margen de gobernabilidad?
Esta es la hora de Lorenzo. Y también, la hora de las instituciones.
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