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Homero Niño de Rivera: La mentira de toda la vida

La mentira como espectáculo que hace que el público no sea capaz de determinar qué es falso y qué no

OPINIÓN

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El respetado diccionario Oxford eligió a “posverdad” como la palabra internacional del año en 2016. Posverdad describe al hecho de que a una mentira se le introduzcan elementos emocionales que la alteran y de esta manera aparenta ser verdad. Es la mentira que se distorsiona con argumentos falaces y los datos objetivos son ignorados. Es la emoción que se impone frente a la razón. Aunque se acuñó por vez primera hace no mas de veinticinco años, alcanzó su clímax el año pasado gracias a personajes como Donald Trump, que miente reiteradamente y sin vergüenza, pero siempre con exageración y dramatismo. La mentira como espectáculo que hace que el público no sea capaz de determinar qué es falso y qué no. Un simple instrumento de manipulación de la información, para manipular a la población. Pero su uso no es nuevo, lo que es novedad es la utilización del término, al grado que ya se habla de la era de la posverdad. Pero sobre todo lo nuevo es la capacidad de difundir información con que ahora contamos en la era digital. Y eso no es sólo lo nuevo, eso es lo peligroso. ¿Alguien duda que desde Hitler, hasta Fidel Castro o Hugo Chávez utilizaban este tipo de manipulación? o que actualmente Nicolás Maduro manosee y distorsione la verdad gritando y manoteando. Ejemplos hay muchos; aquí uno nuestro: la reiterada afirmación de Andrés Manuel López Obrador de que “la mafia del poder” está detrás de todos nuestros males. Hace unos días, el periodista Charles M. Blow publicó un artículo en el New York Times en donde analizaba el lenguaje utilizado por el actual presidente de Estados Unidos, y apuntaba “en el mundo de Trump, los hechos no importan, la verdad no importa. Una actuación apasionada es el único ideal. Una mentira contada con énfasis y repetida con frecuencia es mejor que la verdad: es aceptada como un acto de fe, lo cual es mejor que un argumento de hecho”. Otro elemento, aparte de los recursos emocionales, que ayuda a presentar mentiras como verdades, es hacer planteamientos simplistas. De nuevo López Obrador es, sin duda, un gran ejemplo. Las mentiras que reiteradamente manifiesta tienen la característica de ser simples, entendibles para todos, así sean un rotundo invento. Y aquí el paralelo con Maduro o cualquier dictadorzuelo latinoamericano. No importa que diga una determinante falsedad, mientras sea simple y apele a las emociones. Estamos bajo el riesgo de acostumbrarnos a que sea más importante que algo parezca verdad a que lo sea. Volviendo a Blow, vivimos ante el peligro de que “estemos en un mundo al revés en el que las mentiras fáciles suenen más ciertas que la dura realidad”. La proliferación de la información con que ahora contamos tiene grandes beneficios, pero también, sin duda, grandes riesgos, y este es el mayor. Ese viejo adagio que dice que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad es cierto, el problema es que ahora se puede repetir mil veces en segundos, literalmente. Hay quienes dicen que la palabra posverdad es sólo un eufemismo más. Que es una manera políticamente correcta, o más agradable, de llamarle a la simple mentira. O como dice el escritor español Julio Llamazares, la posverdad es la mentira de toda la vida. Concluyo con una reflexión que hace Mario Vargas Llosa en su libro, La verdad de las mentiras: “Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos quisieran una vida distinta a la que viven. Para aplacar ese apetito nacieron las ficciones”. Nos dice el Nobel de literatura que siempre que los hechos se traducen en palabras, se modifican. “El hecho real es uno, en tanto que los signos que podrían describirlo son innumerables, porque la vida real, la vida verdadera, nunca ha sido ni será bastante para colmar los deseos humanos”. * Homero Niño de Rivera es Secretario del Ayuntamiento de San Pedro Garza García