Muy al margen de lo que ocurra en el futuro respecto a las relaciones económicas y sociales con Estados Unidos, habría que darle las gracias a Donald Trump.
El presidente de Estados Unidos, a sólo 102 días de haber tomado posesión, recordó al resto del mundo en general y a México en particular que su país puede ser tan desconfiable como el que más, y que al viejo estilo británico, tiene intereses permanentes, no amigos.
Que Canadá y México, los países vecinos y principales socios comerciales estadounidenses, son intereses permanentes parecería fuera de duda, aunque a juzgar por la conducta y las posturas asumidas por Trump, tienen derecho a dudar de que se encuentren en esa lista.
Trump parece ahora el centro del universo y sus opiniones y señalamientos afectan economías, como ocurrió ya en Canadá y México luego de sus amenazas de abandonar el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN).
Si necesitaba hacerlo es debatible. Ni México ni Canadá pueden darse el lujo de ignorar una propuesta estadounidense de renegociar el acuerdo, que a sus 23 años de vigencia necesita una buena revisada. De hecho, aceptaron hacerlo durante el gobierno de Barack Obama, en el marco de la propuesta del Tratado para la Prosperidad del Pacífico (TPP), que el propio Trump canceló.
La formulación escogida por Trump, amenazas y luego condescendencia, parece satisfacer ese deseo de reafirmación que tanto gusta a por lo menos un sector estadounidense y que en este caso tendría como justificación el satisfacer a los votantes de Trump, a los que él ofreció la posibilidad de terminar el TLCAN.
Sólo que eliminar el TLCAN tiene consecuencias para muchos de esos mismos votantes.
Para empezar, unos 40 mil millones de consecuencias: el mismo número de dólares que los estados agroindustriales estadounidenses exportan a sus vecinos y podrían perder.
Ese fue el argumento que el miércoles pasado le comunicaron los secretarios de Comercio, Wilbur Ross, y de Agricultura, Sonny Perdue. Ese fue el mensaje que le transmitieron legisladores como los senadores republicanos Orrin Hatch, Ben Sasse o John McCain.
Pero ni México ni Canadá pueden o deben confiar sus intereses sólo a la buena disposición de sus aliados en Estados Unidos.
El hecho es que la relación con EU es fundamental para México, y en ese sentido que el país parece condenado por la geopolítica y el entrelazamiento social y económico, a una cercanía mayor que la proximidad.
Pero esa situación, como mostró Trump, no puede tomarse por segura. Es un aviso importante que el país, su gobierno y su sociedad, deben tomar muy en serio.
El dilema, o más bien la interrogante para México, es como mantener y aún mejorar esa cercanía sin cejar, y ojalá progresar, en el propósito de reducir la dependencia y multiplicar otros vínculos.
Lunes 2 de Diciembre de 2024