Cuando hablamos de deporte parece que es un mundo aparte: uno que se aleja de las problemáticas y coyunturas del resto de las áreas, donde no hay maldad, corrupción o trampa que confrontamos a diario. Pensar eso, es vivir en la mentira.
La violencia, esa protagonista del día a día en nuestro país y el mundo, forma también parte del deporte. El enfrentamiento y el ineludible triunfo o derrota de una de las partes son elementos que condicionan cómo viven algunos el espectáculo deportivo, aunque aquí nadie se lleve la victoria.
La tremenda pelea que se suscitó en el estadio de Rayados luego del partido de liguilla contra Tigres pone en evidencia el poco entendimiento de esta problemática.
Se ha comentado que en el Universitario estas situaciones casi no se presentan, mientras que Rayados ha tenido reiterados problemas desde la apertura de su nuevo estadio. Municipios distintos, falta de experiencia de la policía y provocaciones de aficionados visitantes son algunas de las excusas para tratar de tapar el sol con un dedo.
Sin embargo, no hablamos de cómo o por qué esto es un reflejo de la realidad de México. Ejemplos para aprender hay muchos: Argentina, Inglaterra y Brasil no han logrado erradicar la violencia en sus estadios.
Pablo Alabarces, uno de los sociólogos más prominentes del continente, ha dedicado gran parte de sus estudios y vida profesional a la violencia en el futbol. Así también, buscó penetrar la corrupción y complicidad en el futbol argentino a fin de implementar mecanismos más sanos para combatir la violencia. Nadie lo escuchó.
En su libro Crónicas del aguante menciona: “(Existe) una profunda ignorancia de la complejidad de los significados de la violencia y no solo en el futbol; al desconocimiento absoluto de causas que van más allá de unas cervezas [...]; a la incomprensión de los cambios radicales que ha sufrido la cultura futbolística como toda nuestra cultura. Este discurso (el del desconocimiento) no permite explicar y, por ende, no puede comprender. Menos aún intervenir. Solo puede diagnosticar excepción y recetar expulsión.”
La expulsión es la única solución que he escuchado en estos días de vacas sagradas que hablan de futbol: veto, rejas para contener a los visitantes o ausencia de éstos. Precisamente el veto es el que Rayados quiere evitar con videos que muestran a aficionados entrando a esa zona del estadio para provocar a sus pares. Sí, son pares porque también son aficionados sin importar los colores de su camiseta.
Me asusta el tremendo desconocimiento y ceguera de las autoridades locales, estatales y futbolísticas. El problema no pasa por los colores o las cervezas, pasa porque no entendemos que con discursos de “pique” como el de los técnicos, los medios o los directivos, esta cultura de la violencia no se combate. Ahí está Argentina, aprovechen Internet para voltear a ver de vez en cuando hacia dónde nos dirigimos.