El 26 de marzo de 2015, alrededor de las cinco de la tarde, se volcó un auto tanque de doble remolque propiedad de la compañía de Transportadores de Líquidos del Norte. Más de 70 mil litros de gasolina magna quedaron en la carretera, como charcos de una fuerte tormenta, a la altura del poblado de Palo Mulato, municipio de Huimanguillo, Tabasco.
Los pobladores comenzaron a pasar la voz, mientras el chofer del camión, Raquel Jiménez Morales trataba de ponerse en pie.
Las autoridades pusieron un cerco de seguridad, pero de pronto, una turba llegó a recoger combustible con cubetas, barriles y cualquier bote que sirviera para llevarse a casa la gasolina que se derramó.
La gente se peleaba por arrancar de la tierra las gotas de ese caro líquido. Se aventaban. Iban y venían. Comenzó a llegar gente de otro poblado, se corrió la voz, pero los pobladores de Palo Mulato les impidieron llenar su cubeta con gasolina. El hombre que los encabezaba aceptó su derrota, no era su pueblo. Pero no se dejó. Encendió un cerillo y lo aventó al suelo antes de correr.
Eran las seis y media de la tarde cuando el lugar explotó con todo y cubetas. Murieron de inmediato dos personas y 28 sufrieron quemadoras de segundo y tercer grado. Los gritos de alegría se convirtieron en lamentos. A las once de la noche los bomberos sofocaron el incendio. Tres menores fueron trasladados a un hospital de Galveston, en Texas. Muchos quemados.
El ocho de abril se reportaron 20 muertos por el cerillo que lanzó un mexicano frustrado que sigue libre, igual que los provincianos que estaban robando combustible y se salvaron de ser quemados en una escena más de falta de respeto a la autoridad en este país. Esto, aunque le moleste a los que se idealizan como habitantes de Shanghai o Londres en el DF, son capítulos de vida que suceden en nuestros pueblos. Es una vergüenza. Y es real.
Anaya a SHCP
Nos cuentan que desde los círculos más cerrados de gobierno están esperando que José Antonio Meade, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), se vaya muy pronto a Banco de México, en lugar de Agustín Carstens. Por eso, dicen los que saben, no le tira con su discurso a Los Pinos. Tal como adelantó Alberto Aguilar, en su columna en Merk2 de El Heraldo de México, es el movimiento que se espera desde hace semanas. La pregunta es quién podrá quedarse en Hacienda, pues nadie fuerte pinta para esa Secretaría. Lo más probable es que el otro Pepe Toño, el de Pemex, nos referimos a González Anaya, tenga que entrar a suplir a Meade. Aunque solamente sería para lo que resta del gobierno de Enrique Peña Nieto. Es decir, nos explican los que se dicen enterados, un puesto que nadie quiere, especialmente porque le queda la bomba en las manos del presupuesto de transicición.
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