A solo cuatro meses de haber asumido el poder, el presidente Donald Trump estaría a punto de realizar una serie de cambios en su círculo cercano de colaboradores, como expresión de su creciente disgusto con una situación que está cada vez mas fuera de su control.
De creer a una versión adelantada por la revista electrónica Axios, los primeros en sufrir esos cortes serían el Jefe de Asesores, Rience Priebus, el Consejero Steve Bannon y el portavoz Sean Spicer.
Pero la irritación va mas allá e incluye a miembros de su actual gabinete, de acuerdo con reportes consignados por The New York Times y Axios, que citaron filtraciones de fuentes cercanas al mandatario.
Aunque no se dice así, el ambiente reflejado por la prensa estadounidense parece de crisis política.
La idea de un presidente frustrado por el juego político de Washington no es nueva. Ya Dwight Eisenhower advertía en 1959 contra los intereses del complejo militar industrial y los intentos de reforma de Salud de al menos dos mandatarios han sido detenidos, abortados o como ahora, descartados por otro presidente.
Pero los Estados Unidos de 2017 no son como el país de los últimos cien años. La propia prensa estadounidense describe prácticamente dos países, formados por "trumpistas" y antitrumpistas.
Es una nación profundamente dividida bajo la presidencia de un mandatario políticamente inexperto, molesto por los cuestionamientos a su legitimidad, que demanda lealtad a su persona y tiene el respaldo total de un sector minoritario pero significativo.
Pero al mismo tiempo, Trump comenzó a resentir los límites a su poder. El despido de James Comey, director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), la semana pasada, puso a la Casa Blanca en la picota y expuso al mandatario a las acusaciones de tratar de tener algo que esconder en torno a la presunta intervención rusa en las elecciones estadounidenses.
La realidad tal vez sea que Trump solo vio a alguien que no le era leal y decidió despedirlo. Pero las reglas en el gobierno y la política son distintas a las de la empresa privada o los programas de televisión.
Trump y los suyos tratan de presentar la imagen de una presidencia que trata de cumplir sus promesas, a pesar de la oposición abierta de la minoría legislativa demócrata, abiertamente determinada a hacer lo que pueda por detener la agenda del gobierno mientras la mayoría republicana está preocupada por los desatinos pero se siente obligada a respaldarlo porque buena parte de la base republicana está en el 42 por ciento de la población que lo apoya.
En todo caso, Trump y sus aliados combaten la idea que presentan los reportes de la prensa estadounidense, pero sus posibilidades son muy pobres. De hecho, la semana pasada el propio mandatario contradijo a sus propios defensora, incluso al
Vicepresidente Tim Pence, en lo que alentó la idea de un gobierno en desorden.
Tal vez no sea una crisis política. Pero se le parece.
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