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El AMLO de la tele

A la hora de hablar en medios, López Obrador se da lujos que otros aspirantes no pueden darse, por aquello de los actos anticipados de campaña

OPINIÓN

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Si alguien tiene la capacidad de encender las pasiones políticas -pocas o muchas que queden- es Andrés Manuel López Obrador. Recientemente, el líder de Morena ha aparecido en entrevistas por televisión que han dejado opiniones totalmente encontradas. Entrevistar a AMLO no es sencillo, ya que su lenta dicción hace que se consuma demasiado tiempo, siempre valioso en los medios electrónicos. El resultado de su presencia depende de dos factores: si la entrevista es a modo, Andrés Manuel tiene tiempo de acomodar los temas del momento a sus ideas e intereses. Pocas preguntas, prácticamente un monólogo. Si el encuentro es combativo, sale un político poco tolerante, que no le gusta que lo exhiban, que manotea y reclama los criterios editoriales que siente lo atacan. El lunes en la noche, Ciro Gómez Leyva entrevistó al líder de Morena. El periodista tuvo la oportunidad de hacer preguntas y de emplazar varias veces al candidato. Las interpretaciones que se dieron en las redes sociales al terminar la conversación fueron muy diversas y desconcertantes a la vez. Ante la batería de cuestionamientos, el candidato optó en muchas ocasiones por interrumpir, lanzar acusaciones, recitar cifras que no resistirían un fact check. “Nos tienen miedo”, “tengo pruebas”, “tengo los documentos”, “hago un llamado respetuoso”, “no odio a nadie”, “se va a castigar”, “el PRIAN”, “la mafia del poder”, “con todo respeto”, son las frases repetitivas que se unen a los clásicos “es un complot”, “somos indestructibles”, “yo tengo otros números”, siempre presentes en las charlas de estudio. A la hora de hablar en medios, López Obrador se da lujos que otros aspirantes no pueden darse, por aquello de los actos anticipados de campaña. En lugar de aprovecharlas, el tabasqueño está cometiendo los mismos errores que en 2006 y 2012. Hace que su lenguaje suene a reciclado. Si a eso le sumamos las respuestas a problemas tan complejos como la delincuencia organizada y el papel del ejército, pensando que con un “acuerdo por la honestidad” milagrosamente van a desaparecer el crimen y la corrupción, la perspectiva no mejora (y los delincuentes festejan). Hay un electorado grande que desconfía del tabasqueño, que deberá cambiar su estrategia de comunicación si quiere convencerlos. Sabemos que no lo hará. Si sigue apostando a la ingenuidad de los ciudadanos para ganar votos, el resultado no será distinto a lo que vimos hace 5 y 11 años. Jugar a la demagogia tiene sus consecuencias, como una brutal polarización. Qué difícil se avecina el 2018. CONTRASEÑA: En público y en privado, candidatos que participaron en el primer debate del Estado de México dijeron que no estuvieron conformes con el formato y que para el segundo debían cambiarlo. No lo hicieron. Triste noticia para una elección que pinta para ser muy cerrada. Culpa de los partidos. Columna anterior: En busca de un Macron