Tristemente parte de nuestra cultura

Es claro cuando ves la ropa de las chicas de esta ciudad, usan jeans, tenis y chamarras. pensarías que es por el clima o por comodidad, pero no. Yo te puedo decir que en el momento de escoger un cambio para salir a la calle, casi todas pensamos algo que no creo que ninguno de ellos piensa... “protección” y no es una guerra de géneros como ocurre siempre que decides decir algo que te pasa distinto por ser mujer, es simplemente la verdad. Así pues, mientras los hombres salen a la calle ocupándose simple y sencillamente de su trayecto, nosotras tenemos que lidiar con variables bastante incómodas en las que “el camino” se convierte en una especie de rueda de la fortuna en la que todo puede pasar; desde enfrentar miradas lascivas que resultan completamente violentas, pasando por tener que escuchar lo que otros piensan de tu cuerpo (para bien y para mal, aunque el para bien resulte más bien asqueroso), hasta el hecho de que se atrevan a tocarlo y si has usado el transporte de la CDMX sabes que es demasiado común, tan común como... usarlo. Uno de los puntos que más me llama la atención es precisamente el segundo que mencioné arriba, esos piropos, esas verbalizaciones tan sexuales y tan aceptadas socialmente en nuestro país, al punto de creer que son graciosas y tachar de feminazi y radical a quien se queja de ellas, porque al final de cuentas como he escuchado decir tantas veces: “Son parte de nuestra cultura” y sí... la misoginia lo es. Para los caballeros que se exaltan de pensar que los estoy tachando de machos, me encantaría que en vez de ponerse a la defensiva, intentaran imaginar un día en el que por salir a la calle, los incomoden y se metieran con ustedes, en los que se sintieran violentados y tuvieran miedo a la “atención” que reciben; porque aunque señalen como feminazis a quien es capaz de percibir y denunciar estos hechos, les recuerdo que las consecuencias de cosificar mujeres ha tenido cifras altísimas de desaparecidas y asesinadas mientras que el feminismo no ha cobrado ni una sola vida, aunque tanto les incomode. Es así pues necesario no sólo denunciar, sino también hacer conciencia de que sí, en efecto, todo esto es parte de un folclor y un argot muy mexicano y no por esto lo hace correcto o no peligroso, pero también de forma casi inocente me atrevo a desear que una vez detectado, también se pueda transformar en las generaciones por venir, en esta nueva identidad de “ser mexicano” en la que tanto insisto porque, creo, estamos a tiempo perfecto de moldearlo, y mejorarlo, no desde la lucha de géneros, sino empezando por la capacidad de aceptar las diferencias de circunstancias y así, en lugar de tener lectoras identificadas y lectores ofendidos. El sentir del abuso o la opresión sólo engendrará mexicanos dispuestos a escuchar, reflexionar para que la próxima vez que tuvieras la enorme necesidad de gritarle en la calle a una mujer lo que piensas de su cuerpo te detuvieras a pensar sólo un instante si eso es necesario, y todo lo que puedes cambiar absteniéndote de ser el cliché que crees tu cultura te pide ser. Por encontrarnos en la calle sin miedos, porque entonces seríamos mexicanos sin género y sin luchas entre nosotros, podríamos tal vez luchar contra lo que nos oprime a ambos, contra el que es el verdadero enemigo... unidos y simplemente imparables.