Finalmente, Luis Videgaray y el líder real del PRI decidieron que fuera “Plutarquito” el candidato presidencial del tricolor en las elecciones del 2018, como los despistados y no tan despistados habían especulado la semana pasada.
Se cumplieron así los pronósticos que los observadores políticos objetivos e imparciales comentaron en este espacio desde hace dos años, cuando Luis Videgaray, entonces secretario de Hacienda, empezó a mover sus “fichas políticas” con miras a la sucesión presidencial, bajo la premisa: Si no soy yo, que sea José Antonio Meade.
En aquel entonces, algunos analistas bisoños consideraron que parecía excesivo que Luis Videgaray -- quien, desde el arranque del sexenio, se auto perfiló como el “delfín” del presidente Peña Nieto para el 2018—utilizara a Meade y a otros funcionarios del gabinete, entre ellos Aurelio Nuño y Enrique de la Madrid, como sus “operadores”.
¿Por qué Meade y Nuño se sentirían obligados a sacrificar sus ambiciones personales --léase candidatura presidencial 2018-- para ceder sus respectivos capitales políticos a la estrella fugaz en que se convirtió Videgaray desde mediados de 2014? Preguntaban aquéllos, quienes argumentaban que Meade había conseguido la titularidad de una dependencia productora de candidatos presidenciales (Sedesol), de manera que mal haría en desaprovechar la oportunidad de llevar agua a su molino para entregarla al deteriorado y crujiente molino de Videgaray. En cuanto a Nuño, opinaban que el presidente no lo colocó en las puertas del arrancadero del “Derby” sucesorio para que ayude a ningún colega en desgracia, sino para que se ayude a sí mismo. Al tiempo, al tiempo, respondían los observadores.
Y llegó el día – en septiembre del 2016-- en que “se cayó del arbolito donde dormía el pavorreal”, y Luis Videgaray se vio en la penosa necesidad de renunciar a la secretaría de Hacienda, y al mismo tiempo perder la posibilidad de ser el “delfín”, aunque lo que no perdió fue el poder político y la influencia en el líder real del PRI, lo que el día de ayer quedó confirmado.
Así como Videgaray presumió la semana pasada a su “Plutarquito”, el presidente Enrique Peña Nieto hizo lo mismo el día de ayer al aceptar la renuncia de Meade a la secretaría de Hacienda. “Es el único secretario que ha pasado por tres secretarías en mi administración”. Y para quienes habían olvidado cuáles fueron, las recordó: Como titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, contribuyó a reposicionar a nuestro país en el mundo y a defender a los mexicanos en el exterior. En la Secretaría de Desarrollo Social fue responsable de diseñar la Estrategia Nacional de Inclusión, que permitió reducir los niveles de pobreza en el país entre 2014 y 2016. Y en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público fortaleció las finanzas públicas para consolidar la estabilidad económica e impulsar el crecimiento de México en un entorno internacional complejo.
Los detractores de Meade acotan que Videgaray le sugirió al presidente esos tres cargos, y que en las dos primeras dependencias pasó sin pena ni gloria; en Hacienda estuvo 14 meses y sólo se dedicó a cosechar lo que había hecho Videgaray en casi 4 años.
A ver, digan que no es cierto que Videgaray jugó con maestría sus “fichas políticas”.
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