Cuando escuchamos la palabra racismo, normalmente la asociamos con esclavitud, violencia, apartheid u otros aspectos relacionados con la dominación racial. Por ello, en sociedades como la nuestra, donde el mestizaje ha formado parte del discurso oficial, muchas de sus expresiones pasan desapercibidas.
En México, desde pequeños nos han enseñado que los mexicanos somos mestizos, producto de una mezcla de dos razas y que por nuestras venas corre sangre española y sangre indígena. Con esta idea del mestizaje se ha negado el racismo, pues ¿cómo se puede ser racista si se proviene de dos sangres? El Estado-nación mestizo ha dejado en el imaginario colectivo la idea de que en nuestro país, a diferencia de EU, no hay racismo.
El racismo es mucho más que una discriminación, es una ideología muy arraigada que postula la existencia de razas. Aunque es evidente que los seres humanos tenemos diferente color de piel, de pelo, de ojos. Las razas no existen. Las razas son una idea. La genética moderna ha demostrado que toda la humanidad posee un acervo común, que somos 99% iguales y que 1% en el que diferimos no es suficiente para hablar de razas. Sin embargo, a pesar de que muchos científicos han afirmado que las ra- zas humanas no existen, el término no ha desaparecido, mucho menos su uso cotidiano.
El racismo es la creencia de que hay seres humanos mejores que otros, es algo que se cree, es la idea de que la apariencia física va unida a la cultura, a cualidades morales y capacidades intelectuales. El pensamiento racista ubica al cuerpo de las personas en un lugar definido, un lugar del que aparentemente no pueden salirse porque está marcado por su naturaleza. Se cree que en la naturaleza de la personas están impresas sus prácticas, sus maneras de comportarse y de pensar.
El racismo se expresa de distintas maneras según el contexto. Creo que casi todos los que habitamos en el país, hemos escuchado decir que alguien “tiene cara de gente decente”. ‘Casualmente’ esa cara corresponde a una persona de tez clara. Es frecuente escuchar que un niño es bonito cuando es rubio, o “hijo, cásate con una mujer más blanquita para mejorar la raza”. Hay muchas otras expresiones un racismo naturalizado, internalizado del que como sociedad aún no somos conscientes. El racismo en México no involucra sólo a los pueblos indígenas y afro- descendientes, abarca al grupo mayoritario y dominante: los mestizos morenos. Vivimos en un país don- de las lenguas indígenas se presumen internacionalmente pero don- de sus hablantes son despreciados en el día a día por hablarlas o por su “mal domino del español”. Si no tomamos conciencia de que todos participamos de alguna manera en el racismo, no podremos hacer nada para cambiarlo.
*INVESTIGADORA DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN