Imagínese que su jefe lo manda llamar y le dice que en su evaluación anual resultó que, a pesar de ser el trabajador número 15 en rango, salario e importancia de la empresa, sus resultados lo ubican en el lugar 51 de 137 de sus compañeros. Seguramente le preguntaría qué es lo que tiene que hacer para mejorar. Tomar cursos de capacitación, participar en conferencias, aprender otro idioma, mejorar sus relaciones con sus supervisores y subordinados, hacer una maestría en línea. En n, es muy probable que en una situación así usted haría todo, menos quedarse cruzado de brazos.
Lamentablemente, México se está quedando cruzado de brazos ante sus pobres resultados en la evaluación de competitividad. Somos la economía 15 a nivel mundial por tamaño e importancia, pero de acuerdo con el último Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial (WEF), ocupamos la posición 51 de 137 países. Al igual que en el ejemplo, nos debemos preguntar qué estamos haciendo mal o qué estamos dejando de hacer. Y la respuesta es que tenemos un gobierno que no está invirtiendo ni trabajando en tres frentes clave: instituciones, infraestructura, salud y educación.
Por lo que hace a instituciones, nuestras dolencias son claras. Bajo Enrique Peña Nieto hemos tenido un gobierno que se enorgullece de que cada vez re- cauda más impuestos, pero que en cinco años nos llevó del lugar 67 al lugar 121 del mundo en e ciencia del gasto público. Es además un gobierno estorboso: pasamos del lugar 97 al 120 en términos de carga regulatoria. Y ese gobierno avaro y obeso ni siquiera sirve para protegernos, pues estamos en el lugar 134 en crimen organizado y confiabilidad de las policías. No es de extrañarse que en ese mismo periodo, hemos caído del lugar 97 a un vergonzoso 127 en confianza de la sociedad en los políticos.
En cuanto a infraestructura, este sexenio ha marcado un récord histórico en la caída de inversión física gubernamental. En 2017 ya suma prácticamente 3 años en contracción y en lo que va de este año la reducción alcanza casi 20%. Estamos ante la caída de inversión física más prolongada de la historia del país y el WEF lo refleja en su índice. Ocupamos el lugar 52 en calidad de nuestras carreteras. Se prevé que en 2018 nuevamente estaremos en este subíndice, porque el gobierno asignó 8 mil millones de pesos a carreteras, cuando en realidad se requieren 20 mil millones. Y ni en tren o en avión viajamos mejor: ocupamos el lugar 65 en infraestructura ferroviaria y el 67 en aeroportuaria. Finalmente, en cuanto a salud y educación básica, la calidad de nuestros sistemas públicos de hospitales y es- cuelas deja mucho que desear. Tan sólo en términos de calidad de la educación primaria, el WEF nos ubica en el lugar 114. Y en mortalidad infantil estamos en el sitio 63, muy por debajo de lo que corresponde a un país cuya economía es comparable en tamaño con las de España o Canadá.
¿Qué hacer? No queda de otra más que exigirle a los próximos candidatos presidenciales que nos expliquen sus propuestas para que el gobierno invierta y trabaje en fortalecer las instituciones, la infraestructura, la educación y la salud en nuestro país. No podemos seguir por la ruta que llevamos en este sexenio, porque está condenando a las generaciones presentes y futuras a una vida marcada por la incertidumbre y la falta de oportunidades. Caída en competitividad es caída en bienestar. Hay que cambiar el rumbo de México.
*ECONOMISTA Y ESPECIALISTA EN POLÍTICA PÚBLICA