Nadie esperó con ansia y alegría el paso de los carros alegóricos y los grupos de bailarines sobre la avenida del Mar, en Mazatlán, Sinaloa, a ritmo de banda, o sobre el bulevar Manuel Ávila Camacho, en el puerto de Veracruz, al compás de la salsa y los sones jarochos. Este año el silencio se coronó como el rey de la mayoría de los carnavales del país.
El bullicio, el colorido, la música y la diversión que traen los carnavales en México –por siglos, en algunos casos– han conocido por primera vez la soledad, para evitar que se disparen los casos de la COVID-19.
Estas fiestas se extienden a lo largo de cinco o seis días, preceden a la Semana Santa y son herencia de los españoles que las trajeron en el siglo XV, y se mezclaron con las tradiciones de los pueblos indígenas para convertirse en parte de las ceremonias religiosas y un activo para el turismo de las localidades.
Sin embargo, este esfuerzo por la salud colectiva, que deja pérdidas millonarias, puede resultar inútil con la llegada del periodo vacacional, pues expertos advierten que es posible que sean el origen de una tercera ola de contagios del coronavirus que suma ya más de 194 mil decesos en el país.
Te podría interesar
El próximo lunes arranca el periodo de descanso de la Semana Santa, que va del 29 de marzo al 3 de abril, en un momento en el que hay al menos ocho entidades en color naranja del Semáforo Epidemiológico, 21 en amarillo y sólo tres en verde.
Se prevé que el color de los semáforos, anime a mucha gente a salir hacia los diferentes destinos turísticos. Tan sólo este fin de semana largo, lugares como Acapulco, Guerrero, reportaron una ocupación hotelera de 50 por ciento, lo que lo tiene al límite de lo permitido en color amarillo.
A esta afluencia se suma la todavía baja cobertura de las vacunas, que superó apenas los cuatro millones de dosis aplicadas en el país.
Las pérdidas que suma la cancelación de los carnavales se cuentan por millones. Tan sólo en Veracruz, considerado el segundo más grande de Latinoamérica, se calcula que dejaron de captarse por el carnaval más de 300 millones de pesos. Este año, la edición 97 se hizo de manera virtual.
Campeche es el estado que tiene el carnaval más antiguo: 439 años, y también canceló sus actividades. Ni siquiera en el presupuesto de egresos del ayuntamiento se previeron recursos para este fin.
Pero no todos estos festejos se han cancelado. Comunidades indígenas, que se han mantenido en rebeldía las normas sanitarias, e incluso, a la aplicación de las vacunas, mantuvieron las tradiciones.
Se calcula que, en municipios de Chiapas, al menos 50 festejos se llevaron a cabo. Tal es el caso de Venustiano Carranza, donde se efectuó el carnaval Totik, o en Las Rosas, con el carnaval Tancoy.
Por Mauricio Bautista
dza