El sacerdote tomó un poco de ceniza y la dejó caer sobre la cabeza de don Carlos; la bendición se dio a distancia.
“Pensé que me iban a dar un frasquito con todo eso de las nuevas medidas, pero afortunadamente me la puso el padre en la cabeza y no tuve que ser yo”, comentó entre risas el hombre de 60 años, antes de retirarse de la catedral metropolitana.
El virus Sars-Cov2 cambió la tradición católica y ayer había que esperar entre 10 y 15 minutos en la fila; el cubrebocas fue obligatorio para entrar al templo, había metro y medio de separación entre los asistentes, y el gel antibacterial también fue requisito en la ceremonia que marcó el inicio de la cuaresma.
Antes del mediodía, la mayoría eran adultos mayores los que salieron a cumplir con su mandato de fe; durante la pandemia han fallecido 109 mil 571 personas que tenían 60 años o más, este grupo representa 63 por ciento del total de las víctimas del virus, revelan datos de la Secretaría de Salud.
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“Creí que no iba a haber de esto… por la situación de la pandemia, pero que bueno que sí se pudo (tomar ceniza)”, dijo Ofelia Ríos Jardor, de 61 años.
En las iglesias de la Profesa y de San Francisco, sobre la calle de Madero, en el Centro de la CDMX, se siguieron las reglas de la nueva normalidad; algunos asistentes evitaron el contacto que se tenía en esta experiencia religiosa.
“No es igual, sentí diferente a cuando te la ponen en la frente como otros años, no hay como ver a los ojos al padre, me gusta más de la otra forma que está”, comentó la Señora Adriana Madín Sánchez de 63 años.
En el templo de Santa Inés, la ceniza se otorgó a través de un sello de corcho, como hace un año, cuando aún no se decretaba la pandemia.
Por Héctor Cervantes
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