La pandemia llegó a marcar una pausa, al menos en apariencia, para la vida de todo el mundo. No obstante, con el pasar de los meses fue evidente que el COVID-19 no se detuvo, la migración tampoco y la necesidad de ayuda humanitaria se agudizó en respuesta. Miles de personas que poseían una situación estable tuvieron que enfrentarse a un drástico cambio en sus condiciones; ante altos índices de violencia y repentina inestabilidad económica, numerosos migrantes vieron su integridad amenazada y tuvieron que huir, para encontrar a su paso solo puertas cerradas.
Cientos de migrantes centroamericanos llegaron a la zona fronteriza de Tijuana, tras verse obligados a cerrar sus negocios y ser incapaces de pagar las cuotas de protección de las que dependía su seguridad o incluso su vida. Dentro de México, grandes flujos de migrantes se aferran al ideal de cruzar la frontera por la gran violencia, las condiciones de pobreza o falta de oportunidades laborales que hay en sus comunidades de origen. La ola migratoria ha crecido sin detenerse desde 2020 debido a la crisis sanitaria, la cual ha enfatizado las condiciones de precariedad de los obligados a migrar; esto, aunado a las numerosas promesas de la Casa Blanca respecto al tema migratorio.
Debido a la precariedad a la que muchos migrantes están expuestos diariamente, la Casa del Migrante Tijuana se funda hace 34 años, en un intento de asegurarle a la población migrante un lugar seguro y digno donde refugiarse. De la mano de organizaciones como el Instituto Madre Asunta y la Casa YMCA para Menores Migrantes, otorga una amplia gama de servicios que van desde la asesoría jurídica, el acompañamiento en procesos de inserción social y una oficina de psicología y trabajo social. Al final, la institución es consciente de una verdad innegable: un migrante es migrante por última opción, no por decisión.
De manera abrupta, la capacidad de los albergues e instituciones encargadas de brindar asistencia a la comunidad migrante se vio enormemente reducida por la crisis sanitaria, lo que significó un mayor número de migrantes en las calles. Las personas en contexto de movilidad se encuentran siempre en los últimos lugares dentro de las prioridades gubernamentales y su acceso a la salud rara vez es garantizado. Al inicio, muchos ni siquiera creían en el impacto del COVID-19, hasta que personas a su alrededor y miembros de sus propias familias en sus países de origen comenzaron a fallecer; esto los obligó a reestructurar todo su plan de vida.
Repentinamente, miles de migrantes tuvieron que enfrentarse a la difícil decisión de aferrarse a sus planes originales o volver con su familia, pero el temor a fallecer a manos de la enfermedad o volver a enfrentar las carencias y precariedad anteriores, sin duda era considerable. Se habla mucho del duelo migratorio, de todo lo que las personas en contexto de movilidad deben dejar atrás a fin de poner su vida a salvo. Por el COVID-19, a esto se suma que, al final del trayecto, se topen con fronteras cerradas, solicitudes de asilo suspendidas y falta de espacios donde resguardarse dentro del país.
Junto con la crisis sanitaria, entró en vigor una política pública del gobierno estadounidense conocida como el Título 42; esta ha permitido que se ponga pausa al Título 8 y el Título 12 del Código de Regulaciones Federales de los Estados Unidos, referentes a los estatutos de extranjería. Inició una serie de expulsiones automáticas para migrantes que intentaran ingresar al país por vía terrestre y se les restó su derecho a solicitar asilo, a ser escuchados y juzgados en una corte. Los procesos encabezados por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados también fueron suspendidos, por lo que la gente entró en desesperación y con frecuencia cambió de localidad, afectando sus trámites.
Durante un corto período, se solicitó al gobierno estadounidense permitir que ingresaran familias con factores de vulnerabilidad relevantes a esperar mientras se permitía su solicitud de asilo; entre estos factores se encontraban necesidades médicas urgentes, reunificaciones familiares con menores estadounidenses y mujeres que viajaban solas con niños. Casa del Migrante resaltó que esto trajo consecuencias negativas, pues las autoridades suspendieron la medida de manera abrupta; muchos no creían que el proceso se hubiera detenido, lo que se prestó a numerosos fraudes por parte de quienes aseguraban tener otros medios para cruzar, y al final tuvieron que dictar qué vida o historia valía más que otra para ingresar primero, una misión imposible.
Para la institución, la principal clave es informar; mientras más información tengan en sus manos los migrantes, mejor pueden reestructurar su plan de vida y menores riesgos corren de ser estafados. El conocimiento es poder, y una persona en contexto de movilidad necesita conocer sus derechos, obligaciones, alcances y limitaciones; solo de esta forma podrá ser su propio defensor.
mgm